Funcom no es una empresa cualquiera. Tiene ya mucha experiencia en esto de los juegos de mundos persistentes online desde que en el año 2001 se lanzó a crear para PC el recordado Anarchy Online. Así que cuando supimos que estaban detrás de Dune: Awakening, muchos arqueamos la ceja como Ancelotti con una mezcla evidente de emoción y escepticismo. ¿Un MMO de supervivencia ambientado en el universo creado por Frank Herbert? ¿Un mundo abierto hostil, político y cambiante, jugable online con miles de jugadores? Suena fantástico… sobre el papel.
Ahora, tras probar la beta cerrada durante varios días lo que queda claro es que Dune: Awakening apunta altísimo. Tiene una base muy sólida, no solo argumental gracias a lo que escribió en los años 60 el famoso escritor norteamericano, sino también por una ambientación que bebe directamente de uno de los universos más ricos y fascinantes de la ciencia ficción. Pero el verdadero interrogante no está tanto en lo que ofrece el juego, sino en si sabrá construir la comunidad necesaria para que su propuesta tenga futuro y se mantenga durante años. El instinto nos dice que sí, otra cosa será lo que ocurra.
Y es que lo que aquí se plantea no es una aventura solitaria. Es un ecosistema que necesita vida constante, interacción, ambición colectiva. Y eso solo lo da una masa crítica de jugadores que se mantenga fiel durante mucho tiempo.
El juego es Dune pero sin llegar a ser como el Dune que conocemos
Uno de los primeros y más interesantes giros del juego es que reimagina el universo de Dune desde una línea temporal alternativa. Así que ya os podéis ir olvidando del protagonista de las películas de Denis Villeneuve. Paul Atreides, la figura central de la saga, no ha nacido ni se le espera. Este simple detalle reconfigura todo el tablero político de Arrakis, nos tira por tierra todo lo que creemos conocer del universo de Dune y otorga a Funcom una libertad creativa infinita para desarrollar una historia nueva sin pisar los talones del canon, pero respetando completamente su espíritu.
Así que a falta de un Paul Atreides que llevarnos a la boca ya estamos nosotros, que nos transformamos en protagonistas absolutos y ¿aspirantes a ser el nuevo Lisan Al Gaib?, esa especie de mesías que el pueblo de las arenas espera como agua de mayo (chiste malo a cuenta de que el agua es uno de los recursos más valiosos, sino el que más).
Eso sí, como ocurre de forma general en la historia de las películas y, por ende, de los libros, serviremos a las famosas Bene Gesserit, esas mujeres que tienen un enorme poder en Arrakis y cuyo principal objetivo es crear a esa figura profética del Kwisatz Haderach. Pero tranquilos, si no os suena nada de esto, a la hora de empezar el juego un objetivo así os quedará muy, muy lejos.
Dune: Awakening arranca de una forma cruda y, como es habitual en el género, dándonos una serie de tareas que son básicas para sobrevivir: lo primero, aprender cómo podemos obtener agua del entorno, para no morir deshidratados y, por otro, saber cómo fabricar herramientas para conseguir recursos con los que levantar nuestro primer gran proyecto personal en el juego. El housing está presente desde el principio ya que podremos crearnos un refugio capaz de protegernos y servirnos de base para almacenar sangre (que la sacamos de los enemigos), fabricar objetos o almacenar el excedente de materias primas.
En este juego no se trata solo de no morir: se trata de entender que el desierto tiene memoria y voluntad de acabar con nosotros. Tanto es así que las tormentas pueden sepultar todos tus progresos en un instante. Un cambio de viento o un paso mal dado en la dirección equivocada puede dar con nuestros huesos en la arena, donde reposa la preciada especia. Y lo peor es que todo nuestro equipo quedará ahí tirado hasta que volvamos otra vez a por él. Encima, el calor acecha siempre que andemos a la intemperie y no aprovechando las sombras de las dunas, las colinas, las casas o las montañas. Sombras que se mueven, que van cambiando a medida que se cumple el ciclo de rotación del planeta.
Los gusanos gigantes, una atracción turística
La arena del desierto esconde también otra sorpresa: los gusanos gigantes, que son una de las características que hacen especial el universo de Dune. No podemos negarlo: no hemos parado en el juego hasta que hemos visto uno de cerca, cruzando por las planicies a campo abierto del desierto donde nuestras pisadas les llaman a gritos. Tenemos un gancho que nos permite evitar dar unos cuantos pasos, pero si acabamos por correr, tarde o temprano nos convertiremos en un aperitivo para estas bestias.
Si os tomáis en serio la aventura, ya sabéis lo que tenéis que hacer: ir despacito, no levantar muchas sospechas y cruzar el desierto más lento. Porque otra opción es hacerlo con una moto, o cualquier otro vehículo, pero ninguno nos garantiza que a la que nos desatemos y pisemos el acelerador los gusanos no vuelvan a aparecer con más fuerza.
Porque una cosa podéis tener claro: en Dune: Awakening, a medida que avanzamos, revela nuevas capas que transforman la experiencia de supervivencia en una donde el poder y los tejemanejes son una parte esencial.
Las escalas sociales de Arrakis
Uno de los grandes logros de Dune: Awakening es cómo evoluciona la jugabilidad a medida que vamos echándole horas a su aventura. De un comienzo en el que te enfocas en recolectar agua a construir asentamientos o evitar enemigos, pronto te darás cuenta de que ese mundo tiene un poder superior gracias a las facciones que gobiernan y luchan por la especia. Eso nos llevará, en ciertos casos y clases, a negociar rutas comerciales por lo que dejaréis de sobrevivir para preocuparos por influir. Y en un juego donde la política es tan importante como la fuerza, eso se nota.
Las facciones, los conflictos PvP y las relaciones con algunos NPC están tejidas en un sistema de reputación e influencia muy típico de este tipo de juegos, lo que permite al jugador convertirse en algo más que un simple avatar bien armado. En Dune: Awakening podrás aspirar a liderar, a conspirar, a moldear el mundo a tu antojo, dentro de la historia que te toca protagonizar.
Narrativa emergente en mundo vivo
Funcom ya tiene experiencia en MMO con su historia, con un arco narrativo que el jugador protagoniza a pesar de que este tipo de desarrollos son de todo menos lineales. Así que de alguna manera, los noruegos han puesto especial énfasis en que Dune: Awakening no se limite a ser un sandbox sin rumbo aparente. Existe una historia principal, que pesa sobre eventos globales y que, por consiguiente, ofrece consecuencias reales. No es un guion fijo, pero tampoco una simple excusa para craftear sin rumbo
Otro de los detalles que más nos han gustado es cómo el entorno participa de esa narrativa. Las tormentas de arena reconfiguran el mapa de verdad, modificándolo físicamente, cambiando su morfología y despistándonos cuando pasamos por algún sitio que creemos conocer y no sabemos si nos hemos equivocado de ruta. La arena es capaz de bloquear caminos pero, al mismo tiempo, abrir otros lugares que antes estaban bloqueados. Esta evolución del mundo es uno de los puntos más prometedores de Dune: Awakening.
Crea un héroe desde cero
En lo que respecta a la creación del personaje, esto es algo que un buen MMO siempre sabe hacer con talento y este Dune: Awakening es uno de ellos. No tanto por el diseño de las clases, sexos, etc., sino por todo el trasfondo que podemos asignar a nuestras creaciones. Las elecciones no son simple apariencia, como el mentor, el origen, la orientación ideológica… todo impacta en la forma en que se desbloquean habilidades, se construyen relaciones y se progresa luego en el juego.
No existen clases cerradas, pero sí perfiles claros: guerreros, francotiradores, diplomáticos, saboteadores, líderes espirituales… que elegirás en función del tipo de juego que más te guste. Esta amplitud contribuye a que cada jugador sienta que está escribiendo su propia historia dentro de la mitología de Arrakis.
El multijugador como herramienta política
A diferencia de otros MMO que se centran en el farmeo o el combate sin mucho contexto, Dune: Awakening introduce mecánicas que hacen del multijugador algo verdaderamente técnico y estratégico. No solo se trata de clanes o gremios: aquí hay diplomacia, traición, espionaje y pactos rotos. Las facciones no solo luchan: conspiran. Y la política entre jugadores tiene el mismo peso que la acción. Esto da pie a una capa de metajuego que, si se desarrolla correctamente, puede convertirlo en un fenómeno de largo recorrido.
¿Y el peso que soporta el juego por las expectativas y la sombra de las películas de Warner? Es aquí donde surge la gran duda. Porque Dune: Awakening tiene todas las piezas para triunfar. Pero necesita que esas piezas se muevan. Y para que eso ocurra, debe vender. Debe atraer. Debe convencer a una comunidad que está saturada de propuestas online y que ya ha visto demasiados fracasos en este género. ¿Puede el impulso de las películas ser el factor que decante la balanza? Es probable. El estreno de Dune: Parte Dos ha devuelto la franquicia al primer plano de la cultura popular. Si Funcom sabe aprovechar este momento, si el marketing y el boca oreja acompañan, puede generarse ese efecto arrastre necesario para que el juego cruce la línea crítica. Porque sin una base de jugadores sólida, por muy bueno que sea un MMO, no sobrevive.
Un gigante dormido… con mucho potencial
Dune: Awakening no es una promesa vacía, al menos por lo que hemos jugado. Es un título bien pensado, ambicioso, con sistemas que funcionan y una ambientación que pocos pueden igualar. Tiene potencial para convertirse en uno de los grandes títulos online de la década. Pero también tiene ante sí el abismo de los lanzamientos masivos que no alcanzan a despegar. Su destino, como diría el gran Frank Herbert, está escrito en la arena… y en las manos de los jugadores. Si encuentra su comunidad, si el impulso de Dune como fenómeno cultural lo respalda, si el boca oreja es positivo… entonces estaremos ante un titán digno del mejor cargamento de especia.
De momento, todo está preparado. El 5 de junio, la especia empezará a fluir. Pero solo el tiempo dirá si su flujo será eterno… o se lo llevará la tormenta. Esperemos que no.
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