Calibrar un monitor es esencial si trabajas en el mundo del diseño o la edición gráfica, ya que es importante que los colores se muestren en pantalla tal y como son y una simple descompensación en los mismos puede ser nefasto en nuestro trabajo. Con el tiempo la imagen se va volviendo cada vez más brillante y, por tanto, es necesario hacer uso de un colorímetro.
Quienes tengáis experiencia en el mundo del diseño gráfico sabréis muy bien lo frustrante que resulta no tener el equipamiento adecuado de cara a la gestión del color, ya que muchas veces los colores mostrados en pantalla y los impresos no suelen tener correlación. Incluso muchas veces queremos sacar un color determinado de nuestros Pantone y no sabemos cómo conseguirlo.
Una herramienta ampliamente utilizada es el colorímetro. Un dispositivo que nos permite medir el color de un objeto para saber cuál es su valor real y saber si son iguales o diferentes. Dichos dispositivos son en realidad dispositivos que se emplean patrones del mundo de la óptica para funcionar y son distintos al hardware que usamos de manera convencional.
La ley de Beer-Lambert
Los colorímetros para su funcionamiento se basan en una ley de la óptica, la ley de Beer-Lambert que hace referencia a la relación existente entre la absorción de la luz y las propiedades de cada material. Básicamente, describe como la cantidad de luz transmitida en un medio es proporcional a la concentración de dicho medio.
En realidad es la composición de dos leyes distintas, donde la Ley de Beer afirma que la intensidad de un color es directamente proporcional a la concentración de las partículas de dicho color en una solución líquida. Mientras que la de Lambert afirma que la cantidad de luz absorbida en una solución coloreada depende de la longitud de la columna y la profundidad por la que pasa el líquido.
¿Qué es un colorímetro?
Un colorímetro es una pieza de hardware que se usa para identificar los colores y sus matices, por lo que se encarga de medir la cuantificación del color y esto significan los valores numéricos con los que identificamos cada uno de ellos, los cuales corresponden a la longitud de onda de cada uno de ellos.
Para ello hace uso del principio de la ley de Beer-Lambert para su funcionamiento. Así pues, en un colorímetro un rayo de luz con una longitud de onda concreta pasa a través de una solución líquida a través de una serie de lentes. Dicha luz en forma de onda es leída por un dispositivo de lectura e interpretada a través de un microcontrolador dentro del colorímetro que lo compara con otros valores almacenados.
El uso más habitual de los colorímetros es el diseño gráfico, por ejemplo en preimpresión se utiliza para asegurarnos que la correlación entre los colores RGB del monitor y CMYK de la tinta en el papel. Aunque no es la única aplicación, sino que también tienen aplicaciones en otros campos. Por ejemplo en la industria alimenticia se usa en los sistemas de calidad para medir que el color de la comida y la bebida sale de los fábricas siguiendo un colorido determinado.
¿Cuáles son sus componentes?
Un colorímetro se compone de varias partes, pero todos ellos siguen los mismos pasos y hacen uso de los mismos componentes, los cuales son los siguientes:
- Una fuente de luz, este es el objeto del que queremos saber su color y que refracta la luz de vuelta al colorímetro.
- Una lente monocromática, la cual es una lente del tipo prisma que divide la luz en sus componentes de color esenciales.
- La cubeta de líquido, sobre la cual pasa la luz monocromática.
- Un detector electrónico, el cual detecta la longitud de onda correspondiente y envía la información a un microcontrolador.
- Una pantalla LCD, que nos mostrará la información correspondiente de una manera que la podamos entender después de que el microcontrolador haya interpretado la información.
¿Por qué necesitamos un colorímetro?
Cuando la tarjeta gráfica genera un fotograma lo que hace es almacenar la información en una parte de la VRAM que almacena los valores RGB por cada píxel que se va a mostrar en pantalla. El siguiente paso lo efectúa el controlador de pantalla, un microcontrolador dentro de la misma GPU que lee la información almacenada en la memoria de vídeo y se encarga de enviarla a la salida de vídeo, sea este HDMI, DisplayPort o cualquier otra interfaz para el envío de vídeo.
Lo lógico sería pensar que la información de color codificada por la GPU y enviada al monitor se traduce exactamente en los mismos colores en ambos extremos, pero la mayor parte de los monitores tienen el «problema» de representar el color con cierta variación, la cual no afecta si no somos profesionales de la imagen, pero si necesitamos una correlación 1:1 se convierte en un problema por el cual debemos calibrar el monitor.
Muchos monitores y tarjetas gráficas para uso profesional contienen software para calibrar el colorido del monitor, pero son soluciones que son limitadas respecto a utilizar calibración de un monitor por hardware a través de un colorímetro, la cual es una pieza de hardware que utilizan los profesionales del diseño gráfico para que sus monitores muestren los colores adecuados.
El monitor también es importante
Una vez os hemos explicado lo que es un colorímetro, toca hablar de las diferencias respecto a las herramientas de para el calibrado del color incluidas en el monitor. Sean estas las que se incluyen en el driver del mismo así como ciertas funciones en el firmware de algunos monitores profesionales.
Cuando se realiza una calibración de color por software, se crea una tabla que almacena las correcciones a los valores RGB que se han de enviar al monitor. Aquellos que se emplean para entornos profesionales almacenan la tabla dentro de una memoria interna no volátil, de tal manera que el monitor recuerda como ha de representar cada color, independientemente de cuál sea el valor enviado. Es decir, la tabla almacena la correlación entre los valores enviados por la tarjeta gráfica a través de la salida de vídeo y los correctos.
Es por ello que si nos dedicamos al mundo del diseño gráfico, la edición de fotografía o cualquier otro cambio hemos de mirar si el monitor tiene calibración por hardware, ya que marca una diferencia fundamental en cuanto a su funcionamiento y os ahorrará horas de trabajo a la hora de tener que calibrar el color que muestra vuestro monitor.