China está enfrentando problemas en varios frentes, desde el económico con la crisis de EverGrande hasta logístico con unos puertos llenos de contenedores que esperan enbarcar y que no pueden hacerlo porque en destino están saturados. Ahora hay que sumarle un nuevo acontecimiento: cortes de energía forzosos en China que duran días. ¿Afectará esto a los precios, al suministro y al stock? ¿Estamos ante la tercera guerra mundial con los chips como armamento disuasorio?
¿Crees que es muy amarillista decir que estamos en la tercera guerra mundial? Bien, analicemos ciertos datos y pongámoslos en perspectiva: TSMC invierte 100 mil millones en tres años para aumentar capacidad de producción, Samsung 16,5 billones de yenes en sus fundiciones, Intel 24.000 millones de dólares y 10 billones de yenes en Europa para 10 años.
¿No es suficiente? Vale, miremos por países: China apoya a sus empresas con 15 billones de yenes más 20 billones en un segundo tramo hasta 2025 para su política «Made in China 2025«. EE.UU inyecta 52.000 millones para semiconductores en Intel y GlobalFoundries, Europa mete 17 billones de yenes para desarrollar su plan de chips y semiconductores y Corea del Sur hasta 50 billones a 10 años vista.
El resultado es incierto, el desenlace de los acontecimientos simple: quien pierda estará sometido al ganador y dependerá de su tecnología para evolucionar, una especie de subyugación del siglo XXI que condena al perdedor a la sumisión.
Entonces, ¿por qué China tiene cortes de energía en las empresas?
Según se informa, China ha decidido tomar cartas en el asunto sobre el gasto de energía y las emisiones de CO2. El presidente de China Xi Jinping ya anunció hace algunos días que no fabricarán más plantas de carbón y que su país se abastecerá de otras fuentes para ser neutrales en carbono en 2060. ¿Tarde? Seguramente, pero lo que sí que es cierto es que China es el centro de la producción mundial y por ello consume más energía que ningún otro país.
Acabar con las criptomonedas y su consumo desmesurado ha sido el primer paso, ahora le tocan a las empresas y esto va a traer mucha cola, principalmente porque la medida es severa y no da tiempo a las empresas para implementar soluciones energéticas adyacentes para que el suministro interno se mantenga y así la producción no se pare.
La realidad que vive China es simple: el gobierno ha dado orden de cortar el suministro eléctrico a ciertos clientes industriales, centros comerciales y complejos tecnológicos durante varios días al mes. La medida busca reducir el CO2 emitido y la dependencia tan grande de carbón, petróleo y gas natural, ahora disparados en precio, beneficiando el gasto local, pero perjudicando a toda la industria de los semiconductores y electrónica mundial.
Intel, NVIDIA, Qualcomm, Apple, Pegatron o Foxconn salen perjudicadas
La nueva realidad que enfrenta China va a tener una contraprestación en el precio y el suministro para el resto del mundo. Las empresas están barajando opciones, como trabajar en turnos de noche, comprar sistemas de abastecimiento por diesel para mantener la producción en las horas o días de corte del suministro o mover la producción en volumen a turnos distintos.
Pero esto poco va a hacer a corto plazo, por lo que muchas empresas están parando la producción mientras enfocan estos cortes de energía y lanzan sus estrategias. Por suerte, aquellas empresas que tienen un ciclo de producción contínuo y 24 horas, que no se pueden detener por fuerza mayor de demanda, no verán estas restricciones en sus fábricas. Esto afecta lógicamente a TSMC y UMC, por ejemplo, pero de poco vale que sigan producciendo si otras empresas menores que suministran componentes clave para crear el producto están de brazos cruzados durante semanas o días.
Las especulaciones van bastante más allá de la cortina de humo del CO2, puesto que al parecer China quiere ganar tiempo en el desarrollo de ciertas tecnologías y aprovechando la coyuntura del suministro y su cuello de botella actual, parar parte de su industria consigue elevar los precios, frenar las ventas de las principales empresas de EE.UU y crear presión internacional momentánea, puesto que las empresas encontrarán la forma de esquivar las restricciones energéticas impuestas y volverán a la producción normal, puesto que tienen que cumplir contratos y volúmenes mensuales.
En resumen, es una guerra abierta donde China quiere frenar el gasto energético para no depender tanto de otros países productores y de paso generan un desequilibrio en la industria ganando ellos tiempo, desarrollando su industria de semiconductores y frenando la expansión de los chips clave en algunos meses.