Cuando formateamos el equipo y volvemos a instalar Windows de cero, lo primero que hacemos es configurar el equipo para adaptarlo a nuestra forma de trabajar. Sin embargo, no todo el mundo modifica la configuración de los periféricos que utiliza habitualmente, especialmente del monitor, uno de los más importantes de cualquier PC.
Y decimos que es uno de los más importantes porque cambiar de monitor es un proceso que lleva un tiempo hasta que nos adaptamos a la nueva gama de colores, al tamaño, la resolución, el brillo entre otros. Cuando pruebo un monitor para review, para poder analizarlo con profundidad, siempre realizado una serie de ajustes que, tal vez, deberías hacer tú también y que os muestro a continuación.
Ajustar la resolución
Cuando compramos un monitor con una resolución determinada obviamente es para aprovecharla, sin embargo, no en todos los usos se le puede sacar el mismo partido. Si, por ejemplo, utilizas el PC para navegar, escribir, consultar correos y demás, la resolución 4K no supone ninguna mejora.
Sin embargo, si lo utilizamos para jugar, ni que decir que esta es la resolución con la que debemos configurar el equipo si queremos disfrutar de la máxima calidad y resolución. Si trabajamos editando imágenes o vídeo, también debemos utilizar esta resolución.
Cambiar la temperatura de color
La mayoría de los monitores están configurados de forma predeterminada para ofrecer tonos ligeramente amarillentos (colores cálidos) distorsionando los colores tanto en fotografías, como en vídeos y en videojuegos, especialmente en los de mundo abierto donde el cielo es un parte predominante.
Particularmente soy más de tonos azules (colores fríos), ya que ofrecen una imagen más natural y menos artificial. Personalmente, la temperatura de color perfecta para configurar cualquier monitor varía entre los 5000 y 5000K.
Modificar la frecuencia de actualización
Cuando conectamos un nuevo monitor al PC, de forma predeterminada se establece una tasa de refresco de 60 Hz, tasa que es perfectamente válida para ver vídeos, editar fotografías y navegar por Internet.
Sin embargo, no es la mejor opción si queremos disfrutar de una mayor fluidez en los videojuegos, especialmente en los de acción en primera o tercera persona donde un mayor número de FPS puede suponer sobrevivir o volver al lobby.
Para modificar la frecuencia de actualización, debemos acceder a las opciones de configuración de Windows (Win + i), pulsar en Sistema > Pantalla. Dentro de este menú, pulsamos en Pantalla avanzada. A continuación, pulsamos la opción Elegir una frecuencia de actualización y pulsamos en el desplegable para seleccionar la máxima que admita nuestro monitor.
Desactivar la protección de luz azul
Todos los monitores que podemos encontrar en el mercado incluyen protección contra la luz azul que emiten los monitores. Aunque a simple vista parece que realmente no modificar los colores, realmente si lo hace distorsionando la realidad alejándose completamente de los colores reales.
Para evitar acabar con un dolor de ojos tremendo (paso muchas horas delante del ordenador) me configurado Windows y todas las aplicaciones que utilizo en el modo oscuro. Este modo, no solo reduce la emisión de luz azul, sino que, además, evita tener que ir adaptando la iluminación de mi despacho según la hora del día para ver correctamente la pantalla.
Desactivar el brillo automático
De un tiempo a esta parte, el número de monitores que incorporan un sensor que analiza la cantidad de luz del ambiente para ajustar el brillo es cada vez más grande. Teniendo en cuenta que mi despacho tiene una ventana justo al lado de donde tengo el equipo, la iluminación varía a lo largo del día y el sensor de brillo automático para lo único que sirve es para molestar al ir cambiando continuamente a lo largo del día.
Si bien es cierto que este sensor está enfocado a reducir el consumo de energía, en su lugar, tengo programado el monitor para que se apague cuando no utilizo el equipo durante más de 5 minutos.