Los ordenadores orientados para gaming son sistemas que permiten a un usuario exprimir al máximo las capacidades de cada componente para lograr el mejor rendimiento en juegos. Pero esto también implica un consumo eléctrico que puede ser notablemente alto. Por ejemplo, una tarjeta gráfica de gama alta como la NVIDIA GeForce RTX 5080 puede alcanzar un consumo de 360W-400W bajo carga intensa, el equivalente a tener encendidas varias videoconsolas de última generación simultáneamente.
Prácticamente todas las compañías centradas en crear componentes para PC han firmado una serie de propuestas con las que se comprometen a crear componentes de una manera sostenible. Esto implica utilizar materiales reciclados o que pueden reciclarse, reducir las emisiones de carbono durante el proceso de fabricación o eliminar algunos químicos del proceso de fabricación que luego no pueden destruirse entre otras cosas. Pero a su vez también fabrican componentes en masa que se centran en ofrecer un rendimiento extra a costa de otros aspectos, como por ejemplo un consumo de energía extremadamente alto (ya que esto también se considera poco ecológico).
Aunque un componente se fabrique con materiales reciclados, su impacto ecológico real se define en gran medida durante su uso. La eficiencia energética, es decir, el rendimiento que obtenemos por cada vatio consumido, es el factor determinante. Por este mismo motivo existen algunos componentes que están específicamente diseñados para ofrecer un rendimiento óptimo trabajando con unas necesidades de energía mínimas pero ¿existe algún componente de este tipo que pueda utilizarse realmente para gaming?
¿Existen realmente propuestas de hardware gaming ecológico?
Las principales compañías que hay en el sector del hardware se centran en marcas tecnológicas que tienen una serie de cadenas de producción de diversos tipos de componentes. Estas piezas son muy variadas y cada una cuenta con un proceso de fabricación único, por este motivo mantener una sostenibilidad en ciertos casos puede parecer complicado. Pero muchas de las marcas que hay actualmente tienen como objetivo reducir la huella de carbono que tienen, mientras tratan de optimizar en gran medida las cadenas de producción para utilizar más tipos de materiales que resultan eficientes a nivel ecológico.
Compañías como ASUS cuentan con una serie de iniciativas en las que utilizan piezas fabricadas con materiales reciclados como sucede con el Zenbook A14, mientras que a su vez cuentan con componentes para ordenadores de torre que promueven prácticas ecológicas como la caja ProArt PA602 Wood Edition. En lugar de centrarse solo en gamas de ofimática, ASUS aplica estos principios en sus líneas gaming. Por ejemplo, la placa base ASUS ROG Strix B760-F Gaming WiFi utiliza un PCB libre de halógenos y su embalaje cuenta con certificación FSC.
También tenemos otro ejemplo como el de Corsair quienes utilizan fuentes de energía renovables para sus sedes centrales mientras que ofrecen iniciativas como los productos ECOfurbished, una serie de artículos reacondicionados que siguen unos estándares de sostenibilidad para garantizar un proceso ecológico, mientras que las fuentes de alimentación Corsair RMx SHIFT Series no solo poseen certificación 80 Plus Gold, sino que se fabrican en instalaciones que aprovechan energías renovables.
Pero el mayor problema que encontramos en el hardware gaming está en para qué está diseñado, al final el eje central sobre el que giran los componentes orientados para ofrecer una potencia superior en juegos pueden pasar por un proceso de fabricación ecológico, pero al final siguen siendo componentes de alto rendimiento. Sin embargo, el potencial de alto consumo de estos componentes no implica que estemos indefensos. El usuario tiene a su disposición un arsenal de técnicas de optimización, desde el ‘undervolting’ de la GPU hasta la limitación de FPS, que pueden reducir drásticamente la factura eléctrica y la huella de carbono sin sacrificar demasiado la experiencia de juego.
