Pasan los años, llegan nuevos modelos de placas base, procesadores y memorias pero algo se mantiene cual roca inerte viendo pasar el tiempo. Hablamos del USB 2.0 en las placas base, ese puerto que en muchas ocasiones nos salva de problemas o acumulación de dispositivos y que muchos no saben porqué sigue estando presente hoy en día en la gran mayoría de modelos actuales teniendo versiones superiores.
El USB 2.0 sigue siendo el principal referente de la industria de las placas base
El caso del puerto USB 2.0 tiene muchas similitudes al del puerto PS2, el cual es todavía más antiguo si cabe y tremendamente útil en según qué casos.
En el del USB 2.0 tiene que ver en muchos casos con la compatibilidad y los usuarios. Y es que en no pocos casos actualizamos equipo pero seguimos manteniendo los periféricos durante muchos más años, por lo que estos en algunos casos concretos pueden no ser compatibles con interfaces más rápidas como pueden ser USB 3.1 o 3.0, por ejemplo.
Desde impresoras hasta scanners, webcams y un sin fín de periféricos pueden necesitar este puerto para seguir funcionando con normalidad, ya que siguen estando en perfecto estado.
Otra causa de la necesidad de estos puertos puede ser la instalación de sistemas operativos más antiguos en equipos más nuevos, donde en algunos casos si no es un USB 2.0 mediante un pendrive de tal velocidad el inicio de la instalación no será detectado. No hay pocos casos de un equipo totalmente nuevo y de gama ultra baja para controlar una tarea concreta de otra máquina que necesita USB 2.0 y Windows XP.
Las versiones más rápidas del puerto USB incluyen líneas PCIe
Otro de los puntos clave es la inclusión de cada vez más líneas PCIe para tarjetas de red, conexiones inalámbricas y puertos USB de última generación, lo cual evidencia que la opción del USB 2.0 puede evitar desde interferencias entre dispositivos hasta ruido en rangos de frecuencia de Wi-Fi.
Además, la mayoría de placas base tiene habilitado dicho puerto por chipset, lo que permite entre otras cosas el flasheo de BIOS directamente a la placa base y su chip EPROM.
Por último y no menos importante, el hecho de que no dependa de dichas líneas PCIe y sí lo haga del chipset deja libre el acceso a otros dispositivos y al mismo tiempo abarata costes en las placas base, que en muchos casos y sobre todo en gama baja y media no necesitan tantos puertos de alta velocidad.
En estos casos, el coste puede ser una de las diferencias que marquen el precio final de la placa base, donde las marcas cada vez ajustan más los costes y encontramos varios modelos en unos pocos euros. Además, la incursión del USB 3.0 y superiores no parece moverse en la dirección adecuada, donde se han dado pequeños pasos como el soporte nativo de Windows 10.
La realidad es que mientras que se generen interferencias y dicho soporte llegue tan sumamente lento en el tiempo, parece que USB 2.0 seguirá con nosotros algunas generaciones más.