Assassin’s Creed Shadows lleva ya algunos días a la venta, y lo mismo habéis leído ya muchas cosas de él, casi todas buenas, incluso has visto que Ubisoft está encantada de haber superado los tres millones de jugadores para todas las plataformas para las que está disponible así que, ¿crees que existe algo que se te haya podido escapar y que pueda decantarte a hacerte con él? Aquí te vamos a contar qué nos ha parecido, y lo mismo te sorprendes al leer ciertas cosas.
Creednos que para hacer este análisis hemos pensado mucho cómo enfocarlo porque, a pesar de considerarme un fan irredento de la saga a la que sigo desde su primera entrega, incluso antes, cuando Ubisoft nos invitó a probarlo en los meses previos al lanzamiento en una exclusiva fiesta en París, en las galerías del Louvre, donde pudimos ver todo el portfolio que preparaban los franceses para aquel final del año 2008. Desde aquellos primeros compases, Assassisn’s Creed se transformó en mi franquicia preferida. Destacada sobre cualquier otra de los últimos 17 años.
Un viaje al Japón Feudal, lo que es decir mucho
Como os decía antes, seguro que habéis leído de todo sobre este juego. No os sorprenderemos explicando la historia de los dos protagonistas, sus habilidades diferentes, uno enfocado al combate (Yasuke) y la fuerza bruta, y la otra (Naoe) que centra sus virtudes en el sigilo. Incluso que el mapa del mundo viene a ser más o menos como el de un Assassin’s Creed Origins, por debajo de lo visto en Valhalla y muy por encima de Mirage. Todo eso ya lo sabes.
Podríamos asegurarte que el juego te va a transportar al fascinante entorno del siglo XVI japonés, con todo lo que eso significa de lore, personajes icónicos y conflictos que en esta ocasión tienen como protagonista al malo más malo que han visto los tiempos por aquellas latitudes: Oda Nobunaga. No en vano, el periodo histórico se centra en un momento en el que las tensiones políticas han llevado al enfrentamiento a distintas facciones donde, además, van a surgir otras muchas conexiones con el core de la saga. Que es lo que nos importa.
El caso, y aquí viene nuestro primer pero, es que el juego es demasiado japonés. No solo por ambientación, por personajes, respeto histórico a los detalles e incluso al trasfondo de los hechos reales que se centran en valores tan nipones, demasiado manidos en infinidad de videojuegos, como son el el honor, la lealtad, la venganza y la lucha contra la opresión. El problema viene porque Ubisoft ha transformado por completo la narrativa tradicional de los Assassin’s Creed para amoldarla a los estándares japoneses.
Cualquier Assassin’s Creed tiene su tiempo de situación (Egipto, París, Londres…), su época en la que nos narra la historia de los asesinos y los templarios pero aquí, de primeras, no vamos a ver nada de eso. Algo parece que hay cuando contemplamos en los menús la tradicional marca de los asesinos, pero en las primeras horas de Shadows lo que manda es la historia personal de la protagonista. Las venganzas, las muertes de familiares, las meditaciones y los recuerdos en secuencias leeeeeentas, de narrativa pausada (insoportables para un servidor), que no es lo que espera un fan de la saga de Ubisoft.
Ojo, nada de lo que os decimos es malo per se, pero para quien suscribe, que no es especialmente japonés-friendly en cuanto a gustos de videojuegos, esa manera de contar la historia sin que haya un rastro obvio y evidente de los asesinos es algo que no esperábamos. No nos importa lo que le pase a la familia de Naoe. No nos interesan sus recuerdos familiares o lo que Yaduke haya padecido y las promesas a nuestros antepasados. Queremos que la historia avance por los cauces de un Assassin’s Creed normal, las conspiraciones, los templarios, la orden y sus enemigos. Cosa que no encontraremos aquí de primeras.
Más cambios además de la narrativa
Obviamente no vamos a poner en grito en el cielo porque las mecánicas de juego estén inspiradas en personajes que existieron en aquellos años. Al revés, se agradece esos cambios en la forma de combatir o en el propio parkour, al que no ayudan las ciudades, que son en su mayoría pueblos con casas de madera a los que casi da igual subirse para atajar por las azoteas. Ese control de la ciudad que transmiten los otros títulos de la saga se pierde. No hay laberintos de casas, no hay mapas siquiera parecidos a los de un Bagdag, un Acre y no digamos ya las ciudades de un Odyssey o un Origins.
Es por eso que tendremos la sensación de que estamos en un juego de campo, de superficie, donde salvo algunas estructuras no invita nunca a que escalemos. Los templos, en su mayoría, por su estructura, son lentos de ascender, son incómodos a la vista y solo han podido encontrar una solución a ese obstáculo inventándose un gancho que podemos lanzar a las cornisas. Algo anticlimático para un Assassin’s Creed pero que, de no existir, haría imposible la tarea de nuestros asesinos de abrirse paso a lo más alto con algo de rapidez.
Pero hay más. Las atalayas han descendido de categoría. Ante la imposibilidad de que existieran torres de la talla de las que hemos visto en otros juegos de la saga (no mencionaremos las pirámides de Origins), cualquier árbol o tejado de una fortaleza o un templo puede transformarse en una cota sobre la que sincronizar el mapa. Pero encima, en esto, también han estropeado la vieja experiencia de uso, al quitarnos la opción de ser nosotros los que activemos ese instante mágico que nos ha acompañado durante eones pulsando el botón Y (en PlayStation el que sea).
Sí, no estoy contento con este juego, pero seguramente sea porque no he acabado de asimilar que Ubisoft haya preferido cambiar muchas partes de su fórmula mágica para caer mejor en el mercado japonés, torciendo muchas de las mecánicas que ya teníamos asimiladas por otras que pueden estar bien, pero que son un shock para el jugador que ya se conoce la saga como si fuera un familiar cercano, de toda la vida. Por ejemplo, la nueva forma de bajar de ciertas alturas (pequeñas) con el botón B (en PC y Xbox) pasará tiempo hasta que asimilemos que está ahí, más todavía cuando nos lo han puesto en el mismo sitio donde estaba la acción de agacharse (que ahora pasa a la X).
La narrativa es el elemento que más destaca y el que rompe la estructura completa del juego al arrebatarle esa ambientación Assassin tan única, pero continúa en otros muchos elementos que seguramente hayas visto en otros análisis recompensados con opiniones y valoraciones extraordinariamente positivas por parte de usuarios que sí son fans de este giro oriental de la franquicia.
Los combates y la dualidad de juego
El combate, como todo en este juego, tiene un reflejo en algo que existió en el siglo XVI japonés (no el lenguaje inclusivo, que es lo único que han añadido porque sí, aunque no tenga nada que ver con la época que evoca) y se inspira en el kenjutsu y el bushido, lo que permite una experiencia más completa y táctica que nos va a exigir precisión y estrategia. Eso se nota al combatir, donde tendremos que detener muchos más golpes que en otras ocasiones, sobre todo, para encadenar ataques más letales. Es más, algo que es una gran mejora es que ciertos asesinatos por la espalda se verán rechazados por el enemigo. Así no tenemos asegurada al 100% una nueva baja dependiendo de a quién queremos atacar.
Es evidente que en este Assassin’s Creed Shadows, la existencia de dos personajes no es algo decorativo. Ubisoft ha pensado que en vez de dejarnos elegir género y ya está, ha concebido una historia que incumbe a los dos, de tal forma que podremos sentir como distintas las fases en las que manejamos a Yasuke o a Naoe. Esto sí es beneficioso para la franquicia y una mejora respecto de lo que habíamos visto hasta hoy, en la que es un avance sustancial que, imaginamos, tendrá su continuación en futuras entregas.
A pesar de todo lo que hemos destacado como negativo (que no lo es, solo para un servidor por esa falta de simpatía por el concepto general narrativo japonés en los videojuegos), no podemos obviar que es un título que acaba por engancharte, aunque pases rápido los diálogos sin leerlos porque te den igual. Simplemente completando misiones, fortalezas, descubriendo nuevos territorios o escalando esa atalayas que ya no lo son, objetivamente y desprendiéndome (lo intento) de cualquier prejuicio, es (casi) un Assassin’s Creed, aunque en algunos momentos pudierais confundirlo con un Ghost of Tsushima de PlayStation.
Un Assassin’s Creed por encima de todo
Si hemos tardado tanto en publicar este análisis es porque, de verdad, teníamos dos pulsiones dentro que no nos dejaban centrarnos en lo esencial. Siendo sinceros, el cuerpo nos pedía cargárnoslo por esa entrega que ha hecho Ubisoft de su saga a los modos y usos japoneses en el desarrollo narrativo de un videojuego. No le sienta bien porque se empeña en poner por encima de todo una fuerte influencia de la cultura japonesa, a costa de desviar el canon establecido durante 17 años. Y por otro, queríamos ser lo más objetivos posible para valorar lo que es un juego con muchos matices y novedades. Y seguramente al final hemos conseguido que una mande sobre la otra.
Algunos podríamos afirmar sin equivocarnos que la saga ha perdido su identidad al alejarse de sus raíces históricas y conspirativas, centrándose demasiado en la recreación cultural. Sin embargo, otros seguro que nos contestarán con la frescura y originalidad que aporta la nueva ambientación, así como la oportunidad de explorar un período histórico y una cultura fascinantes. La influencia de esa cultura japonesa no es gratuita, no es un envoltorio y se extiende más allá hasta permear también en cómo nos cuentan las cosas.
Assassin’s Creed Shadows es un juego ambicioso, con el que Ubisoft ha corrido mucho riesgo pero para el que sabía que existía en el mercado una legión ingente de amantes de la cultura japonesa y de lo japonés, por lo que a todos ellos eso de ir contra la esencia del credo de los asesinos les iba a dar igual. La emoción de recorrer ese periodo histórico es superior a querer mantener en su sitio una franquicia que ha demostrado que es tan fuerte que ha sido capaz de hacer a un servidor comulgar con ruedas de molino como las que tiene este juego.
Si bien es cierto que se aleja de algunos elementos clave de la saga, también es cierto que al final luce como lo que es: un Assassin’s Creed con sus cositas, sus mejoras y un montón de horas que le podemos echar para terminar una historia que os gustará más o menos, pero que ha sido tratada con el mismo cuidado que si fuera cualquier otra entrega.
Nos ha costado demasiado hacerle caso. Su entrega a la cultura japonesa (no tanto la ambientación como la propia narrativa y esencia de la franquicia) tiene la culpa, pero ese punto, precisamente, es lo que parece estar convenciendo a todo el mundo. Así que tampoco podemos obcecarnos e ir contra todos por una percepción personal. Hemos cumplido el objetivo de exponer lo que nos ha parecido, con absoluta transparencia, aunque quien suscribe lo esté padeciendo por esas secuencias cinematográficas tan laaaaargas, lentas y con diálogos tan enrevesados. Disfrutadlo vosotros que amáis lo japonés y los juegos japoneses.
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