Es un «te lo dije» de manual, Microsoft no hizo ni caso ante las quejas de la comunidad y ahora está pagando su atrevimiento. Los usuarios son jueces y verdugos al mismo tiempo y las razones de inculpabilidad de Windows 11 no han hecho sino enfurecer a las masas, las cuales entre el soporte restringido y los errores que integra el SO están volviendo a Windows 10. La culpa, los requerimientos de hardware y el mercado con precios imposibles para comprar, lo que está llevan a que Windows 11 sea un fracaso.
Ha sido mediante una investigación realizada por Lansweeper donde se han mostrado los datos pésimos, si no dantescos, que está ofreciendo el último sistema operativo de Microsoft que muchos han catalogado ya como un mal lavado de cara de Windows 10. Todo ha sido controversia, la hemos vivido en primera plana con el soporte de CPU y de las distintas versiones de TPM, así por supuesto como TPM 2.0, y ahora llegan las consecuencias.
Windows 11 es un fracaso sin precedentes
Normalmente los usuarios siempre quieren dar el paso hacia lo nuevo y más moderno porque es sinónimo de mejor, pero en este caso Microsoft se ha tirado piedras en su propio tejado. Lansweeper revela que solo el 0,21% de los usuarios ha dado el salto a la última versión del popular SO, todo ello a pesar de que curiosamente es gratuito mediante actualización desde Windows 10.
Y no hablamos de un estudio de 1000 PC por todo el mundo, sino de más de 10 millones de dispositivos con Windows en su haber. Windows 11 en sí mismo es, a día de hoy, el quinto SO más utilizado de la compañía con la casuística de que su cuota está muy por debajo incluso de Windows XP y ni hablar de Windows 8 o 10. ¿Por qué está ocurriendo esto? No hay que ser muy inteligente ni leer el análisis para comprenderlo.
TPM 2.0 y CPUs capaces pero excluidas
Desde el punto de vista del software a muchos usuarios no les gusta el nuevo menú de inicio de la compañía ni los problemas que está teniendo de rendimiento y de configuración Windows 11, pero desde el punto de vista del hardware está pasando lo que ya vaticinamos.
Microsoft ha puesto unos requerimientos tan altos que supone dejar fuera a cualquier CPU de antes de 2018 y eso supone millones y millones de PCs que se quedarán en Windows 10. Aunque estos PC puedan adquirir un módulo TPM 2.0 para la seguridad la empresa de Redmond no garantiza la integridad del procesador, lo cual está haciendo que prácticamente todos los usuarios esperen pacientemente a una solución por parte de la compañía.
A esto hay que sumarle otro problema que está fuera de control: los elevados y desmesurados precios. Microsoft contaba con el hecho de que muchos usuarios pasarían a un nuevo PC de AMD o Intel, así como a una nueva GPU, pero la realidad les ha dado de frente y lo que se está haciendo es un movimiento de disconformidad donde ese mismo usuario no está comprando y por contra está aguantando su ya veterano hardware a la espera de precios acordes a lo que se espera por gama y rendimiento.
Por lo tanto, las políticas restrictivas de hardware de Microsoft con la seguridad y las CPU está dando un diagnóstico claro: Windows 11 está siendo un fracaso absoluto. La pregunta es ¿rectificará la compañía ante tal golpe?