Seguramente os podamos llegar a parecer un poco pesados por tanto que os estamos hablando del apagón, pero lo mejor que podemos sacar de este incidente (que no tenemos claro ninguno si no volverá a pasar) es que nos contemos nuestras respectivas experiencias, para que la próxima vez estemos más preparados y no acabemos en un sillón sentados sin saber qué hacer.
Como sabéis, en los últimos años ha habido una fiebre total por el retro, aunque a un servidor la cosa le viene de que desde 1991 he trabajado en medios especializados. Comencé en Hobby Consolas con el primer número y de ahí ya hasta hoy. Así que tengo Game Boy desde aquella época, más otros cacharros que se han unido a la familia en este tiempo. Pero vamos a lo que vamos.
Una Game Boy como salvavidas del ocio
El caso es que de las cuatro Game Boy que tengo, en los últimos años he optado por cambiar a ciertas portátiles de la época sus pantallas. Las originales ya no tenía ojos para verlas bien y entre eso y que el modelo original de 1989 de Nintendo no tenía retroiluminación… pues imaginad el panorama. Conservo un par tal cual salieron en su momento, pero la que he usado durante el apagón contaba con un panel IPS.
Entre la pantalla y que tenía por casa (cargada de hace unas semanas) la batería original de la consola de 1990, más cuatro pilas, he podido retomar un viejo juego al que llevaba tiempo prometiéndole atención. No ha sido otro que Monster Max, el juegazo de Jon Ritman y Bernie Drummond que es un heredero directo de dos joyas isométricas de los 80 para ZX Spectrum: Batman y Head over Heels.
Simplemente pasarme las nueve primeras misiones me ha llevado casi seis horas, a mi ritmo e intercalando el juego con otros quehaceres que no os contaré cuáles son pero que habéis vivido seguro en carne propia durante el apagón, por lo que he conseguido en esos ratos, momentáneamente, no acordarme de la radio, o de la tele, de internet, las redes sociales y las películas y las series de moda.
Estaba yo solo con mi Game Boy, como en los analógicos primeros años 90, con bastantes años más, enfocado en su pequeña pantalla sin salir de ella y me enganchaba, como pocas veces en los últimos tiempos, con un juego por el que, obviamente, han pasado los años pero también esa sensación añeja de estar ante un clásico.
Las pilas me han durado sin problemas, con la ayuda de la batería, que también ha aportado su granito de arena hasta que ha dicho basta. Demasiado para una pila que tiene ya más de tres décadas pero que siguen ofreciendo un servicio de primera a pesar de lo mal que suelen envejecer este tipo de powerbanks que llaman ahora y que son de las primeras cosas en degradarse con el paso del tiempo.
Si no has jugado con Monster Max en Game Boy estás tardando. Y si te da igual, coge cualquier otro que te molara en su época. Verás cómo el apagón es menos.