Monitores de 240Hz vs 144Hz vs 120Hz vs 60Hz: ¿realmente hay diferencia en los juegos?
Con la bajada de precio que están sufriendo los monitores gaming, muchos usuarios están siendo tentados a dar el salto a monitores de mayor resolución o directamente mayores hercios. Las ventajas son conocidas por todos, pero puede que en la práctica esto no sea realmente como nos lo pintan de idílico ¿realmente hay diferencia en los juegos ante tanta disparidad de hercios?
En monitores gaming ¿más hercios es siempre mejor?
Es el eterno debate entre los usuarios gamers desde los tiempos remotos donde 1080p dejó de ser una resolución top a pasar a algo más común.
Pero para entender esto antes tenemos que conocer conceptos básicos como los hercios en sí mismos, ya que sin ellos este artículo no tendría sentido.
Los hercios (Hz) es el número de imágenes que se muestran por segundo cada vez que se actualiza el monitor. Esto significa que si nuestro monitor tiene una tasa de refresco de 60 Hz, la pantalla se actualizará 60 veces por segundo.
Mismo ejemplo para 120 Hz, 144 Hz y 240 Hz. A mayor tasa de refresco y por ende mayor actualización de la pantalla, obtendremos una serie de imágenes más fluidas y esto es muy importante cuando jugamos.
De manera, que cuantos más hercios tengamos en nuestra pantalla podremos percibir una sensación de mayor suavidad de movimiento (siempre y cuando nuestra GPU pueda renderizarlos), nos producirá menos mareos y cansancio visual y tendremos una impresión más natural de nuestros juegos.
Por supuesto, tenemos que huir de los tópicos del tipo: el ojo humano no consigue ver más allá de 24 o 30 FPS, ya que el símil de esta afirmación sería que hace 100 años se pensaba que el ser humano no podría sobrepasar los 50 Km/H en un vehículo.
El ojo, como cualquier parte de nuestro cuerpo o cerebro se entrena, y pasaremos de no apreciar los cambios a notarlos al mínimo cambio.
¿Cómo afecta la diferencia de hercios a la experiencia del jugador?
No es realmente nada de lo que no hayamos hablado ya. Todo se basa en la rapidez de movimientos que somos capaces de hacer y percibir, unos cuantos milisegundos de menos es la diferencia entre golpear y que te golpeen.
Normalmente todo buen gamer lucha por mantener unos milisegundos de ping lo más bajos posible, por debajo de 30 si nuestra conexión lo permite, por ello una tasa de refresco más alta nos permitirá una mejor visualización del enemigo y nuestra dentro de cada juego.
No es que partamos con ventaja en cuanto a milisegundos en sí mismos si hablamos de retardo de conexiones, pero sí en cuanto a mayores velocidades en esos milisegundos para percibir los movimientos.
Para calcular cuanto tiempo tarda en refrescar nuestro monitor, tendremos que dividir 1000 ms entre la tasa de refresco de nuestro monitor. Así, en 60 Hz tardará 16,66 ms, en 120 Hz bajará hasta los 8,33 ms, en 144 Hz se reducirá hasta los 6,94 ms y a 240 Hz tocaremos techo en 4,16 ms.
Como podemos ver, las diferencias son palpables y la experiencia se ve afectada por ello. Aunque hablemos de milisegundos nuestro ojo es totalmente consciente de la diferencia entre, por ejemplo, 60 Hz y 240 Hz, ya que la pantalla se refresca 4 veces más en el último caso, tal y como se aprecia en el vídeo superior.