Cuando necesitas algún medio de almacenamiento externo para poder mover tus archivos de un sitio a otro, hacer backups o simplemente como medio de ampliar la capacidad de tu consola de juegos, tenemos diversas opciones y entre ellas destacan los discos duros externos con conexión USB. Sin embargo, en los últimos tiempos la opción de comprar un SSD externo se ha convertido en otra alternativa más, prometiendo un rendimiento muy superior al de los discos normales, aunque eso sí, a un precio sensiblemente superior. ¿Qué opción es la que más merece la pena?
La tecnología avanza bastante rápido pero muchas veces cada nueva actualización no justifica que tengamos que darle la vuelta como un calcetín a los componentes de nuestro PC. Es cierto que, en los últimos tiempos, cuando hablamos de almacenamiento, ha aparecido una tecnología que sí supone un avance considerable sobre lo que veníamos disfrutando desde los 80. Los discos duros mecánicos han tenido su papel importante pero ahora toca dejar sitio a los SSD, a las unidades de estado sólifo que son más rápidas y fiables porque no cuentan con partes mecánicas, discos aparatosos y cabezales lectores. Ahora bien, ¿necesitas matar moscas a cañonazos o con una solución más tradicional ya te sirve? Unos son más caros y ofrecen menos espacio,. Otros tienn precios más asequibles pero están llenos de teras. ¿Cuál elegir?
Así que a la hora de comprar una unidad de almacenamiento externa la pregunta que nos viene a la cabeza es el tipo de unidad que debemos comprar. ¿Nos conviene más un disco duro tradicional, mecánico, o un SSD? Pues depende de cada usuario y si seguís leyendo descubriréis el motivo de por qué una tecnología es perfecta para un tipo de tareas y usos concretos y otra, a pesar de no ser las más eficientes, os pueden sacar de un apuro en ciertos casos.
SSD externo o disco duro USB, ¿qué te conviene más?
Pues depende a lo que le des más importancia, si a la velocidad de acceso o a la capacidad. Al fin y al cabo, es la historia de siempre, con los discos duros teniendo más capacidad por euro invertido y los SSD siendo mucho más rápidos. Si bien las unidades de estado sólido se ven limitadas por la interfaz SATA, solo hay que ver los modelos bajo interfaz PCIe del tipo M.2. En realidad, con un disco duro en el mejor de los casos no pasarás de los 140 MB/s, y eso en el mejor de los casos, porque dependiendo en qué parte del plato se encuentren los datos, el rendimiento se puede ir a los 70 MB/s.
Por lo que al final y a niveles prácticos un SSD externo tiene la ventaja de no tener partes mecánicas y es ideal para las personas que viajan mucho o quieren mantener el mismo entorno de trabajo en oficina y en casa. Simplemente, la trampa no es otra que hacer que el PC arranque desde la unidad USB y tener instalado Windows o Linux con nuestros programas. Cosa que es perfectamente factible gracias a las enormes velocidades de lectura que tienen estos dispositivos.
¿Cuándo merece más la pena un SSD externo?
A la hora de hacer cualquier tarea, el rendimiento de un ordenador dependerá siempre de su parte más lenta, la cual suele ser el disco duro. En especial si trabajos con archivos muy grandes, los cuales puede que no quepan en la RAM y se tengan que ir cargando por fragmentos desde la unidad de almacenamiento. Aquí es donde un SSD gana por goleada por tener un rendimiento muy superior, no solo en la capacidad de datos que transmite, sino también en la latencia.
Si simplemente requieres llevar tu contenido de un sitio a otro, un SSD te ahorrará bastante tiempo con respecto a un disco duro mecánico. No obstante, esto tiene un límite, ya que este tipo de contenido también implica necesariamente bastante capacidad. En especial si hablamos de edición de vídeo donde un solo archivo se va a los cientos de megabytes de tamaño sin problema alguno. Aunque al margen de este dato, son tantas las ventajas de usar uno de estos SSD que no os podéis plantear realizar trabajos así, a día de hoy, con un simple HDD de toda la vida. Por ejemplo, a la hora de copiar o mover archivos de varios gigas que, con una unidad de estado sólido puede tardar segundos, mientras que con un disco duro la misma tarea puede demorarse muchos minutos, incluso horas.
Diferentes tipos de SSD, diferentes niveles de rendimiento
Aquí tenemos que aclarar una cosa respecto entre los SSD de interfaz USB y los PCIe, realmente son el día y la noche en cuanto a rendimiento. La ventaja del PCIe es que puede interactuar con la RAM de forma directa, en cambio, la interfaz USB no. Sumadle a esto que hay menor velocidad de transferencia y tenemos una situación donde la unidad externa tiene un rendimiento muy superior a la interna, hasta el punto en que parecen dos tipos de almacenamiento distintos.
Si no puedes escoger la capacidad, por estar el SSD NVMe soldado a placa en el portátil, entonces sí que te merece la pena usar un SSD externo para ampliar capacidad. En el caso de un sobremesa dada la gran cantidad de expansión no tendrás dicho problema Por lo que si te dedicas a la creación de contenido multimedia y trabajas con archivos pesados, a la hora de comprar tu portátil con una unidad SSD interna te recomendamos que procures equiparlo de gran capacidad antes de ir a por un SSD externo.
Cuándo merece la pena un disco externo convencional
Si lo que necesitas es tener bastante capacidad de almacenamiento, ya sea para grandes volúmenes de archivos o para copias de seguridad, entonces merece más la pena un disco duro convencional, aunque vaya en detrimento de la velocidad. Desde luego, sale más a cuenta por su relación precio por GB de capacidad, y salvo que te sobre el dinero será la solución más razonable para grandes capacidades. Ahora bien, piensa bien si va a ser una unidad con un uso intensivo o solo como almacen, al que recurriremos en ocasiones muy contadas. en ese caso, la opción HDD se abre paso por encima de la SSD.
La gran ventaja de los discos duros disminuye a medida que aumenta la capacidad, dado que se llega al punto en que no necesitamos más capacidad. Tampoco para ciertos tipos de trabajo los anchos de banda de un disco duro no son sostenibles para trabajar. Es aquí donde los SSD vía USB tienen una gran ventaja, pero solo si no podemos permitirnos un SSD NVMe para nuestro ordenador del tipo M.2. Por lo que al final tener una unidad externa tiene que ver con la portabilidad.
Uso en consolas de un SSD externo o un disco duro
Las consolas PS5 y Xbox Series X se caracterizan por tener puertos USB compatibles con las últimas versiones posibles de este estándar, esto se traduce en que es capaz de transferir archivos a gran velocidad, por lo que es posible utilizar un disco externo para poder almacenar nuestros juegos.
El problema de los discos duros mecánicos reside en que sus partes móviles limitan mucho el rendimiento, así que para aprovechar el potencial de esta nueva generación de consolas lo óptimo sería un SSD externo. La cantidad de soluciones externas basadas en SSD va en aumento y con la caída de precios, son muy interesantes, ya que nos ofrecen una mayor capacidad de almacenamiento y velocidad por un precio bastante bajo.
También hay que tener en cuenta que, a precios similares, los discos duros externos ofrecen mayor capacidad. Al final, la capacidad total de la unidad determinara la cantidad de juegos que podemos instalar, siendo algo que debes tener en cuenta en este punto es que los juegos más exigentes suelen ocupar 100 GB o más, por norma general.
Es por ello que en muchas ocasiones es necesario tener que recurrir a un disco adicional, y si bien se pueden instalar SSD dentro de la propia consola, tenerlos de forma externa también es una opción. Esto no solo os ayudará a tener vuestros juegos de gran capacidad en el mismo sitio, si no que además no tendréis que hacer ninguna tarea complicada como puede ser abrir la consola para instalar el nuevo disco duro.
De esta forma, tan solo tendréis que conectar vuestro disco y ya podréis disfrutar de una gran capacidad de almacenamiento, y con la mejor velocidad posible como si se tratara de la propia unidad de almacenamiento interno. Sin apenas diferencias de rendimiento.
Convierte un SSD en una unidad externa
Si tienes por ahí un viejo disco SSD que hayas quitado de un ordenador, que sepas que puedes convertirlo en una unidad externa comprando un simple adaptador que se vende en infinidad de tiendas online y, por si fuera poco, no son caros, por lo que os saldrá bastante más barato. Se trata de carcasas donde podemos insertar esos componentes y convertirlos en unidades de almacenamiento que os van a permitir acortar todos los procesos de copiado desde, o hasta, el ordenador.
Si queréis convertir ese disco SSD interno en otro externo, mira carcasas como las que os dejamos aquí debajo, pero, eso sí, tened en cuenta el estándar de esa unidad que vais a instalar, no sea que compréis una que no es compatible con la vuestra. Mirad si es SATA, NVMe, M.2, etc. y cuando lo tengáis claro, elegidla y compradla. No os arrepentiréis.
¿Merece la pena convertir una unidad M.2 en un SSD externo?
Es posible que en algún momento nos hayamos llegado a plantear utilizar alguna de las unidades más rápidas que podemos encontrar en el mercado como si fuese una unidad de almacenamiento externo, es decir, convertir un M.2 en un almacenamiento portable. En general esto no es algo que sea una idea demasiado buena si nos referimos a las unidades más potentes que podemos encontrar en el mercado, es decir, aquellas que superan fácilmente los 7500 MB/s tanto de escritura como de lectura, ya que pueden presentar problemas bastante grandes al utilizarlos de forma externa.
El mayor problema al que nos vamos a enfrentar son las temperaturas, y es que como bien sabemos, para operar a estas velocidades es común que se calienten bastante, llegando a sobrepasar en algunas ocasiones los 50 grados si los tenemos mucho tiempo activos. Esto no implica que no los podamos usar, pero si que es un detalle a tener en cuenta, aunque está claro que no es el principal motivo por el que no utilizaríamos unas unidades de este tipo de forma externa, ya que hay otro contratiempo mayor que está ligado directamente a las velocidades que ofrecen.
Y es que si queremos tener las velocidades de transferencia reales que tienen algunos de estos M.2 no podríamos utilizarlos de forma externa, ya que las carcasas que incorporan suelen funcionar mediante USB 3.1 o incluso USB 3.2, lo que limita en gran medida la velocidad de transferencia de los mismos. Si quisiéramos utilizar un modelo de menor rendimiento (y precio) como pueden ser los primeros que llegaron a ofrecer 3000 MB/s de transferencia no habría una pérdida demasiado grande, pero en aquellos que superan estas velocidades lo notaríamos bastante más, tal y como podemos imaginar.
Velocidad o capacidad de almacenamiento, ¿qué eliges?
Como bien hemos visto, la principal diferencia que podemos encontrar entre estos dos tipos de almacenamiento se encuentra en si preferimos elegir una mayor capacidad o una velocidad que resulte mucho más rápida, siempre y cuando comparemos también el precio. Y es que si no miramos por el precio, está claro que podemos encontrar unidades de almacenamiento que ofrecen capacidades muy superiores pero sin el problema que tienen los HDD de ofrecer una velocidad muy inferior, permitiendo que tengamos ambas características, pero debemos tener en cuenta que esto afectará al precio.
Obviamente, como bien hemos indicado anteriormente, en términos generales utilizar un disco duro externo es una solución buena si miramos únicamente por el almacenamiento que ofrece, en caso de por ejemplo querer almacenar archivos que no tengan un tamaño demasiado grande. Pero en la mayoría de los casos, es mejor optar por un SSD por el simple hecho de que nos va a permitir mover una gran cantidad de archivos en mucho menos tiempo, o directamente archivos que sean muy grandes de una forma mucho más rápida.
Al final de lo que tenemos que preocuparnos realmente es del precio que puede tener el dispositivo que terminemos eligiendo, por lo general los HDD son mucho más baratos ya que ofrecen mayor cantidad de espacio por cada euro gastado. Al final todo depende tanto de las preferencias que podemos tener como del presupuesto, ya que al final podemos decidirnos por un modelo SSD que por ejemplo ofrezca una gran capacidad pero tenga una velocidad mucho más limitada, por otro que sea todo lo contrario, o directamente por uno de última generación que ofrece las mejores especificaciones posibles.