Atomfall ya está entre nosotros y lo cierto es que está levantando bastante polvareda, no solo porque nadie esperaba algo como lo que hemos visto, sino porque no teníamos a Rebellion como una empresa dispuesta a arriesgar tanto con un juego tan coqueto, simple, pero bien acabado que explora algunos caminos que parecían exclusivos de otras compañías. Y eso es lo que os vamos a contar en este análisis que lo mismo os invita a probar este sorprendente desarrollo.
Hasta ahora, Bethesda parecía ser la dueña absoluta de estos RPG de mundo abierto en los que podemos enfocar la aventura como nos plazca, yendo a un lado, a otro y resolviendo la historia a un ritmo diferente según tengamos el día. Pero en las últimas fechas han aparecido competidores que han sabido innovar y añadir ciertos puntos que han mejorado el género. Así que Atomfall, de alguna manera, se ha transformado en un shooter con mucho más que invitarnos a abrirnos paso pegando tiros.
Atomfall: un descenso a la Inglaterra postapocalíptica
Este juego de Rebellion se presenta como una apuesta por la inmersión en un mundo apocalíptico en un área de la Inglaterra rural, que ha sido devastada por lo que entendemos es un accidente nuclear. De primeras ese es el planteamiento, con un protagonista que padece una amnesia de caballo que le impide acordarse de muchas cosas. Un escenario que no podemos obviar que se inspira en su narrativa distópica en los muchos años que la humanidad vivió bajo la amenaza de la Guerra Fría.
Aunque Rebellion aprovecha para ofrecernos una historia sencilla, con misterios que debemos resolver para montar un puzle que nos ofrezca una idea de lo que pasa, al final por el fondo subyacen algunos dilemas morales que son bastante recurrentes como son aquello de hasta dónde puede llegar el ser humano en un instante de la historia en el que las líneas entre civilización y barbarie están tan difusas. Por suerte, para endulzar la dura realidad, el estudio ha recurrido a una ambientación casi de ensueño (si no fuera por las ruinas) donde la belleza decadente de los paisajes británicos, con sus campiñas otrora idílicas, ahora se han transformado en páramos radiactivos.
Hay que reconocer que, a diferencia de otros shooters en los que la historia pasa rápidamente a un segundo plano, en Atomfall está presente en cada esquina. Creednos que el juego rápidamente os atrapa y puede llegar a ser de esos en los que solo por conocer qué pasa al final os engancha hasta terminarlo compulsivamente. A nosotros nos ha pasado y hay que decir que… mejor nos os hagáis muchas ilusiones con un final a la altura de todo lo que vamos viviendo mientras resolvemos misterios y alcanzamos nuevos hallazgos.
Supervivencia y exploración en un mundo hostil
Sus creadores se han empeñado mucho en hablar de Atomfall como un juego de supervivencia. Eso es porque el género está de moda, mucho más que los shooter, y tal vez por eso se han puesto tan machaconamente pesados. Nosotros, después de jugarlo, debemos decir que no es verdad ni una cosa ni la otra. A nosotros nos ha parecido un shooter con ciertas dosis de survivor por aquello de que los recursos son finitos y tenemos que gestionarlos con cabeza.
Es más, un detalle tan tonto como el mapa esconde una gran noticia, ya que no tendremos puntos de viaje rápido: allá donde quieras ir, tendrás que hacerlo a patita, aunque ya os avanzamos que cruzar el mapa de lado a lado no es catastrófico para las horas de juego. Se hace a buen ritmo si conocemos el terreno y sabemos por dónde no hay enemigos o facciones rivales. Así que en ese punto, la experiencia que transmite es muy en tiempo real, sin elipsis que nos lleven en segundos de una punta a otra del mundo de Atomfall.
Eso sí, como si de un Fallout se tratara, la radiación es un peligro latente a lo largo del juego, ya que está metida en alimentos, aguas y zonas que no podremos ni mirar. Nuestro cuerpo, obviamente, se resentirá si suben esos niveles por lo que otro de los aspectos a controlar será el impacto del accidente nuclear en nuestro cuerpo. Tener eso en cuenta puede darnos una oportunidad de sobrevivir más tiempo en ese páramo que se ha inventado Rebellion.
Por si fuera poco, el combate se ha ideado para que no sea a lo loco. A pesar de que un shooter nos pide a gritos entrar con una recortada disparando a todo lo que se mueva, lo mejor casi siempre es ir poco a poco, con sigilo, y usando las armas necesarias en cada instante: una trampa explosiva por aquí, un palo por allá y una escopeta solo en casos extremos. Cosa que Atomfall agradece al jugador con momentos de auténtica tensión en escenarios abiertos o cerrados en los que hay incluso criaturas mutantes.
El horror de la Guerra Fría y el folclore británico
El juego podríamos decir que es muy british y se nota en cada detalle. No solo las construcciones o el propio paisaje, sino los personajes, sus vestimentas, sus modos y hasta los uniformes de los soldados que custodian ciertas zonas acotadas. Huele a Guerra Fría, a conflicto nuclear, a devastación y nos retrotrae a la edad de oro de la literatura de ciencia ficción del siglo pasado, cuando entre los 60 y 70 aparecieron grandes nombres como los de Philip K. Dick, Michael Crichton o el gran Richard Matheson.
Otro de los elementos que nos han gustado es la estructura de todo el juego. Sin desvelar demasiado, la historia nos trae un nombre, Oberon, que pronto veremos que es un algo que está dentro de una zona específica del mapa que confluye en un lugar que debemos ir abriendo puerta a puerta. Cada una de ellas se abre solo desde el otro lado y tras completar todos los misterios que se esconden en zonas del mapa de Atomfall. Nos parece una idea genial, porque podemos elegir en qué orden abrimos cada una de esas secciones y, además, el juego está preparado para que nosotros escojamos ese camino a nuestro antojo.
Un jugador podría abrir primero la puerta de una sección y otro ir por otro lado para abrir las del otro punto del mapa. Eso nos obliga a recorrernos todo el mundo de Atomfall pero sin limitaciones de guión, lo que imprime un aire de mayor aleatoriedad al conjunto. Encima, recibiremos pocas indicaciones de dónde están nuestros objetivos, no hay X que marquen el lugar y solo podremos llegar a ver algo parecido cuando estemos ya sobre ella. Un elemento de exploración que echábamos de menos en juegos de este tipo.
Un juego prometedor con una atmósfera inquietante
Tenemos que decir que el juego nos ha gustado mucho. De verdad. No porque tenga un motor gráfico de última generación (está disponible en PS4, aquí qué…), que no lo tiene, o que sea el más revolucionario tecnológicamente. Al revés, sus grandes virtudes tienen que ver con el concepto en sí, con la disposición de las misiones, el entramado de personajes y misterios pero también con la belleza de sus escenarios. No es un apocalipsis duro, polvoriento, gris y feo, al revés, rebosa de color, de vida y de un cuidado por los detalles de esos que nos invitan a mirar a todas partes y donde la jugabilidad, entendida en su conjunto, nos recuerda a la simpleza de juegos de hace 10 años, pero con muchas novedades más actuales dentro.
Rebellion ha hecho un trabajazo, porque Atomfall te atrapa poco a poco. Al principio solo por el «qué tendrá», luego por el mundo abierto que ofrece, las pocas cortapisas que nos da para elegir por dónde hacer avanzar la historia y, al final, por conocer el misterio que hay detrás de la voz de las cabinas telefónicas, de Oberon y de lo que pasa en ese páramo que se ha inventado el estudio. Dadle una oportunidad. no es un juego sobresaliente ni de los mejores de la historia de PC, pero sí notable en todo lo que hace.
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