Han pasado ocho años desde que se comercializase el primer procesador Intel Core i5 750 y hace pocos meses que salió al mercado el Intel Core i5 8600K, el procesador más reciente de Intel. Este no fue de los primeros procesadores de Intel, pero si la primera versión de los Intel Core i5 que conocemos hoy día.
El Intel Core i5 750 frente al Intel Core i5 8600K
En estos ocho años han cambiado muchas cosas en la tecnología. Uno de los datos más llamativos de comparar estos dos procesadores es su litografía, el Intel Core i5 750 está fabricado bajo el proceso de 45 nm, mientras que el i5 8600K bajo el de 14 nm. Esta gran diferencia de tamaño afecta a las posibilidades que hay en el die de los procesadores, ambos tienen un tamaño de 37,5 mm x 37,5 mm y con unos transistores de 14 nm puede conseguir unas características mucho mejores, así como aumentar el número de núcleos.
El i5 8600K tiene seis núcleos mono hilo que operan a 3,6 GHz llegando a alcanzar los 4,3 GHz gracias al Turbo Boost, mientras que el i5 750 cuenta con 4 núcleos mono hilos con una frecuencia de 2,66 GHz llegando a los 3,2 GHz con el Turbo Boost. En ocho años han conseguido mejorar en 1 GHz la frecuencia de operación de sus núcleos; así como, el Turbo Boost que, en este caso, permite en el procesador de 2017 aumentar la frecuencia de los núcleos en casi un 30% respecto al aumento que se producía en el i5 750.
En las últimas generaciones de Intel Core nos hemos encontrado con procesadores preparados desbloqueados por Intel que permiten ampliar sus frecuencias de una forma más sencilla, es posiblemente este uno de los motivos de ese 30% de diferencia en el boost.
Mejores capacidades de caché L1 y L2
La caché L3 también ha aumentado en 1 MB en 8 años de generaciónes, esta pequeña cifra se debe a que Intel ha trabajado en aumentar las caché L1 y L2 de sus procesadores por encima de la L3, siendo la L1 y L2 mucho más caras que la L3.
En el apartado del rendimiento de estos procesadores, nos encontramos con una gran diferencia en las transferencias por segundo que puede realizar cada procesador, el i5 750 puede realizar 2,5 mil millones de transferencias por segundo (GT/s), mientras que el i5 8600K llega a las 8 GT/s esto implica que los nuevos procesadores son capaces de gestionar muchos más datos en el mismo tiempo.
Si en 8 años han cambiado tanto las cosas, también debería haberlo hecho el consumo, ¿verdad? Intel ha conseguido mantener el TDP de sus procesadores durante 8 años y nos encontramos con que el último i5 mantiene el consumo de 95W de su antecesor.
A lo largo de los años se ha conseguido mejorar las velocidades de la RAM, por lo que los nuevos procesadores han tenido que adaptarse a ellas, consiguiendo así mejorar el rendimiento efectivo de los sistemas. Por lo que realmente el dato a destacar es que hemos pasado de tener un máximo de 16 GB de RAM a tenerlo de 64 GB, una capacidad cuatro veces mayor.
Gráficos integrados en la CPU
Una de las diferencias más llamativas de estos procesadores es la de los gráficos integrados. Los procesadores de última generación de Intel integran los Intel UHD Graphics 630, una tarjeta de vídeo capaz de reproducir imágenes en 4K a 60 Hz, mientras que el i5 750 no incluía esta funcionalidad dependía de una gráfica externa, que podía encontrarse en la propia placa base, para poder funcionar.