Desde la aparición de las primeras unidades de almacenamiento sólido hasta ahora, todos nos hemos visto cegados por sus grandes tasas de transferencia de archivos. Tasas que se han ido incrementando a medida que la tecnología lo ha permitido. Pero, de la misma manera que estas se han incrementado (al igual que lo ha hecho el espacio de almacenamiento), también ha disminuido la durabilidad en el tiempo de la memoria NAND Flash que se emplea. ¿Es este un cambio que queremos para nuestros SSD o preferiríamos comprar un SSD más lento, pero con mayor durabilidad?
De siempre hemos sabido que el talón de Aquiles de los SSD es la «baja» durabilidad de sus células de memoria NAND Flash. Hemos pasado desde el millón de ciclos de escritura que poseía la memoria SLC original, a los pocos miles de ciclos de escritura que posee la memoria QLC.
Cierto es que con las técnicas de «Wear Leveling» que emplean los fabricantes en sus SSD, esto se acaba traduciendo en una vida útil bastante comparable a la de los dispositivos de anteriores generaciones. Pero, aun así, puede no ser suficiente.
También es cierto que vivimos en una época de cambios, donde muchos usuarios optamos por almacenar en la nube nuestros datos, con la intención de no perderlos. Esto ha llevado a que las unidades de almacenamiento de gran capacidad, cada vez sean menos comunes en los sistemas de los usuarios.
Los fabricantes de SSD solo fabrican aquello que demandamos los usuarios
Como es normal, los fabricantes de SSD están bien pendientes de las tendencias de los dos mercados que mueven la industria del almacenamiento sólido: el mercado de servidores y el mercado de escritorio/portátiles.
Es por ellos que sí existen SSD de gran tamaño para el mercado de servidores, donde se valora más la densidad del almacenamiento que la propia velocidad del mismo. Ya hace tiempo que varias marcas, como Samsung poseen SSD de tamaños superiores a los 8 TB, pero van todos orientados al mercado de servidores.
No así en el mercado de escritorio, donde los tamaños que más se demandan van desde los 250 GB (seamos claros, hoy en día el tamaño de 120 GB apenas da para nada) hasta 1 TB. De hecho, gracias a las fuertes bajadas de precio de la memoria NAND Flash durante el pasado año 2018, y lo que llevamos de 2019, es fácil ver este tipo de unidades por mucho menos de 200 euros como los Crucial MX500 o los WD Blue.
Por tanto, no es de extrañar que los fabricantes estén más centrados en desarrollar ese segmento del mercado que busca altas velocidades de transferencia de archivos y altas densidades de datos, a expensas de la durabilidad de los dispositivos. Y sí, todos somos de alguna manera culpables del desarrollo de esta tendencia, dado que todos queremos estas características en nuestros SSD. Pero, ¿lo queremos a cambio de la integridad de nuestros datos?
La durabilidad de los discos duros sigue siendo muy superior a la de los SSD
Al final del día, lo que más nos debiera de importar es la durabilidad de nuestros dispositivos de almacenamiento, ya sean estos SSD o discos duros. Y en este segmento, los discos duros ganan por goleada a las unidades sólidas.
Así, si no es algo raro que en un entorno normal un disco duro pueda superar por mucho los 5 años de vida útil (que es más de lo que suelen dar los fabricantes de estos), la garantía máxima que se suele dar para los SSD suele estar entorno a los 5 años para algunos fabricantes (aunque es habitual ver garantías de 3 años). Y la realidad es que, a medida que salen más tecnologías que incrementan el desgaste individual de las células de memoria, la durabilidad de este tipo de unidades va a ir a peor.
Probablemente el punto de inflexión se ha encontrado en el paso desde la memoria TLC a la QLC. El hecho es que los usuarios no se muestran especialmente entusiastas a adoptar este tipo de tecnología para sus SSD.
Más si tenemos en cuenta que los SSD con memoria NAND Flash TLC están ahora mismo al mismo precio que los que emplean QLC, Lo que nos lleva a preguntarnos qué sucederá si Micron lleva a buen puerto el desarrollo de su nueva memoria NAND Flash OLC. ¿Cómo afectará de negativamente a la durabilidad de estas unidades?
Por tanto, la pregunta que nos deberíamos de hacer es ¿no preferiríamos gastar nuestro dinero en un SSD que fuera algo más lento pero que durara más tiempo? En nuestra opinión, las velocidades de los SSD han llegado a un punto que, en realidad, que sean más rápidos, sirve tan solo como «bragging rights» ante los amigos.
Pero, a efectos prácticos, estamos hablando de diferencias de pocos segundos a la hora de iniciar un programa, cargar un juego o arrancar el sistema operativo de nuestro equipo. No hay un salto tan importante como el que hubo cuando saltamos de los discos duros a los SSD.