Por qué se emplea un controlador de memoria integrado en el procesador
Actualmente, que tengamos un procesador que lleve un controlador de memoria integrado, nos parece algo de lo más normal. Pero, la realidad es que hubo un tiempo en que los controladores de memoria RAM no se integraban en el procesador, sino en el North Bridge de la placa base. ¿Por qué se decidió el cambio y cómo nos beneficia?
Desde que se definió el estándar ATX para placas base, en el año 1995, el controlador de la memoria RAM estuvo situado en el situado en el North Bridge de la placa base, junto con el chipset de la misma. Esto se hacía así, dado que el bus que une el procesador con el North Bridge, denominado FSB o Front Side Bus, solía ser el que tenía un mayor ancho de banda, necesario para que no se produjera un cuello de botella entre el controlador y el procesador. El hecho es que la manera inicial que teníamos para hacerle overclock a los ordenadores antiguamente, era variando la frecuencia de este bus de datos, lo que implicaba, a su vez, variar la frecuencia de la RAM (pero esta es una historia sobre la que escribir otro día).
El controlador de memoria integrado surge por primera vez en los ordenadores de escritorio, con la llegada al mercado de los procesadores AMD Athlon 64. Entre las múltiples innovaciones que aportó la arquitectura K8 de AMD, estaba la integración del controlador de memoria dentro del propio procesador. Estamos hablando del año 2003. Sin embargo, Intel continuó produciendo procesadores con el controlador de memoria fuera del procesador hasta que llegó a los primeros modelos de la arquitectura Core, el Intel Nehalem, en el año 2008.
El controlador de memoria integrado tiene ventajas e inconvenientes
Tener un controlador de memoria integrado en el procesador aporta ciertas ventajas que son innegables. Por principio, las latencias de acceso a la memoria RAM se reducen de una manera bastante considerable. Esto repercute en un funcionamiento más vivaz del procesador, que no tiene que estar esperando a que el North Bridge le mande la información que ha obtenido de la memoria y viceversa.
Pero, tener un controlador de memoria integrado en el procesador también puede tener inconvenientes. El más importante es que hace que el procesador sea dependiente de un tipo de memoria. Por ejemplo, mientras Intel montó sus controladores de memoria en el North Bridge de sus placas base, un procesador muy antiguo podía montarse en una placa base moderna sin ningún problema, dado que lo que cambiaba era el controlador de memoria, no así el FSB que unía al procesador con este. No tenéis mejor ejemplo de esto que el propio socket LGA775, en el cual se podían instalar, desde uno de los primeros procesadores Prescott hasta un procesador Core 2 Quad.
Sin embargo, al integrar el controlador de memoria en el procesador, una actualización del tipo de memoria que va a emplear el procesador supone rediseñar el propio controlador interno, la distribución de los pines y, en la mayoría de casos, el propio socket. A no ser que el controlador del procesador se diseñe desde el principio para ser compatible con dos tipos de memoria, algo que sucedió con los procesadores Skylake, que eran compatibles con RAM DDR3 y DDR4.
Sin embargo, a estas alturas de la historia, es muy poco probable que volvamos a ver procesadores que tengan el controlador de memoria separado en otro chip, más todavía cuando la actual tendencia es a eliminar chips de las placas base.