Muchos usuarios de PC desearían tener la capacidad de almacenamiento que proporciona una unidad de almacenamiento mecánica, pero con la velocidad de acceso que puede dar una unidad sólida. Y, por supuesto, sin tener que pagar la fortuna que se pide por esta. Para estos usuarios se ha desarrollado el disco duro híbrido como perfecta solución intermedia.
Todos estamos de acuerdo en que el precio de la memoria NAND Flash ha hecho que la adquisición de una unidad de almacenamiento sólida de bastante capacidad se haya convertido en misión imposible. Con el precio de estas unidades para tamaños de 2 TB rondando los 500 euros, quedan ampliamente fuera del alcance de los bolsillos de la mayoría de los usuarios (hemos puesto como ejemplo el de una unidad de 2 TB, dado que es el tamaño estándar que suelen instalar los usuarios como unidad de almacenamiento extra en sus sistemas).
Sin embargo, desde hace ya algunos años existe en el mercado una opción intermedia que busca dar la velocidad de acceso a las aplicaciones y datos propias de los SSD, pero sumado a las grandes capacidades de almacenamiento de los discos duros mecánicos. Hablamos del disco duro híbrido. Este tipo de unidades de almacenamiento juntan en una misma carcasa tanto los discos de metal típicos de un disco duro mecánico normal con memoria NAND Flash que actúa como lo haría un SSD. Pero por un precio muy inferior.
El disco duro híbrido intenta aunar lo mejor de ambas tecnologías
Como comentábamos, el disco duro híbrido junta bajo la misma carcasa una unidad de estado sólido de baja capacidad con una unidad mecánica. Este tipo de unidades llevan un controlador especial que se encarga de determinar qué aplicaciones se deben de instalar en la memoria NAND Flash (y, por tanto, se benefician del incremento de rendimiento que proporciona esta) y cuáles en los platos magnéticos de su parte mecánica. De esta manera, los usuarios serán capaces de acceder a aquellas aplicaciones que más utilicen de manera más habitual de una manera más rápida. Es más, este controlador se encarga de que la unidad aparezca como solo una unidad para el Sistema Operativo y no como dos unidades (similar a si hicierais un RAID de tipo JBOD).
Sin embargo, esta tecnología de disco duro híbrido también tiene sus inconvenientes. Por principio, la cantidad de memoria NAND Flash que empelan es bastante reducida, lo que limita bastante el rango de aplicaciones que se pueden instalar en la partición sólida de la unidad. Por otro lado, es el controlador del SSHD el que se encarga de decidir qué aplicaciones se copian a la esta memoria y cuales se quedan en los platos magnéticos de la unidad. Y esto lo decide el controlador en función del uso que le estemos dando al SSHD, lo cual requiere un periodo de tiempo para su aprendizaje. Un periodo de tiempo que puede variar bastante entre diferentes modelos de unidades.
Sin embargo, uno de sus grandes atractivos es que el precio de estas unidades es considerablemente inferior al de las unidades sólidas. Por ejemplo, un Seagate FireCuda de 2 TB cuesta actualmente 103,36 euros, que es bastante menos de los cerca de 500 euros que suele costar una unidad sólida.
En general, el disco duro híbrido es un buen compromiso entre rendimiento – precio – capacidad para los usuarios que requieran de estas características en sus sistemas.