Cuando hablamos de monitores, siempre hablamos de frecuencia de refresco que se mide en Hercios (Hz). Pero, cuando hablamos de tarjetas gráficas, nos referimos siempre a la cantidad de FPS que puede llegar a ofrecer. Actualmente, estos dos parámetros están muy ligados debido a las tecnologías de sincronización adaptativa, pero, que es más importante, ¿la cantidad de FPS o la frecuencia de refresco?
Los monitores modernos implementan las tecnologías NVIDIA G-Sync y/o AMD FreeSync. Ambas tecnologías lo que hacen, de manera muy simplificada, es sincronizar la tasa de FPS y la frecuencia de refresco.
Se requiere de esta «sincronización» para eliminar muchos de los problemas que aparecen cuando jugamos. Es bastante común que tengamos problemas de parpadeos, rasgados de imagen y otros problemas gráficos. Algo bastante molesto y que precisamente se da cuando existe una disparidad entre los FPS de la gráfica y los Hz del monitor.
Breve definición de frames y frecuencia de refresco
Vamos a explicar de manera resumida y simplificada ambos parámetros para que tengas una idea más clara antes de entrar en materia.
Tasa de refresco o frecuencia de refresco
Dicho de una manera muy sencilla, es la cantidad de imágenes que se pueden mostrar en pantalla por segundo. Este parámetro recibe la denominación de Hercio (Hz) para definir con un valor la tasa o frecuencia de refresco.
Si un monitor nos ofrece una tasa de refresco de 120 Hz, quiere decir que la pantalla se refresca un total de 120 veces por segundo. Esto pasa igual con cualquier tipo de frecuencia de refresco en los monitores, sean normales, gaming o profesionales.
Cuanto mayor sea la frecuencia de refresco, mejor para nosotros. Obtendremos una mejor calidad de imagen y una mejor experiencia, sobre todo, en juegos.
Frames por segundo o FPS
Este parámetro mide la cantidad de imágenes que puede generar una tarjeta gráfica en un segundo de un determinado videojuego. Según las diferentes características de cada juego, este valor oscilará. Además, dentro del propio juego oscila a medida que vamos avanzando según lo complejo o simple que sea el entorno.
Algunos juegos pueden venir con los FPS desbloqueados y otros pueden venir bloqueados. Esto último sobre todo pasa en las consolas, donde se establece una tasa de frames fija con una calidad gráfica determinada. Se busca ofrecer al usuario una experiencia de juego de calidad y fluida.
FPS vs Hz: la eterna discusión
Esta dicotomía entre un concepto y otro no solo es importante cuando hablamos de videojuegos, sino que además tiene una traducción en características que ofertan algunos componentes y periféricos, que en función de las prestaciones que son capaces de ofrecer, así tendremos que decantarnos por uno u otro. Como por ejemplo, con los portátiles: ¿es recomendable adquirir uno con pantalla de 144 Hz o es mejor centrarnos en algo más modesto que nos va a permitir disfrutar también de una gran experiencia de juego?
Solo hay tres motivos por los que la tasa de FPS va a superar a la tasa de Hz de un monitor gaming, donde en cualquier caso hablamos de cifras muy dispares entre ambos conceptos. Para ello partimos de la base de que en todas las configuraciones hipotéticas vamos a usar V-SYNC OFF en los paneles de control de NVIDIA y AMD, así como en cualquier juego disponible.
Input lag reducido al mínimo
No es un secreto que a mayor tasa de FPS se consigue un menor input lag. No en vano, la industria lucha por fomentar la implementación de paneles cada vez más rápidos en cuanto a Hz se refiere para corresponder ese esfuerzo que la industria está llevando a cabo.
Tener una tasa de FPS de 300 supone un tiempo de renderizado de 3,33 ms, mientras que 144 FPS da como resultado 6,94 ms y en el caso de 60 FPS 16,67 ms. Estos tiempos significan que la tarjeta gráfica tardará menos en producir (renderizar) un frame completo.
Puede no parecer mucho si comparamos 16,67 ms contra 6,94 o incluso contra 3,33 ms, pero la realidad muestra que en ojos entrenados supone una diferencia abismal en pantalla, incluso en las de 60 Hz. Por lo que tengo en cuenta ya que a medida que acostumbres al ojo a este tipo de refresco en la pantalla de tu ordenador, serás más experto para detectar las diferencias.
Los frames que estén por encima de la tasa de Hz sí son visibles
Muchos no entienden que superar la tasa de Hz de un monitor en cuanto a FPS tiene un resultado parcialmente positivo. Es cierto que con V-SYNC OFF vamos a tener tearing, pero este se paliará curiosamente cuanto mayor sea la diferencia entre el llamado Refresh Rate y el Frame Rate. ¿No imagináis cuál es la razón?
Lo importante aquí es comprender que una tasa de FPS por encima de una tasa de Hz siempre va a repercutir en la visualización total, o parcial, de muchos de esos FPS que quedan «por encima» de sus correspondientes Hz.
Es decir, en un ciclo de refresco del monitor se pueden representar varios frames distintos, lo que al ojo humano significará mayor suavidad. A mayor tasa de FPS más frames en cada ciclo de refresco y aunque muchos terminarán en tearing, porque coincidirán entre tasa de refresco y siguiente ciclo de refresco, este tearing será cada vez más imperceptible conforme se aumente el rendimiento de la GPU (por motivos obvios).
Esto no es, evidentemente, una solución. Es decir, no usar V-SYNC y reducir los settings al mínimo para superar la tasa de hercios del monitor y que con ello la gráfica produzca FPS sin limitación y del 100% de lo que pueda ofrecer (quizás no pueda generar siquiera 60 FPS), se entiende que es en el resto de supuestos) no nos va a repercutir en una mejora como tal. Los problemas seguirán estando, simplemente se «enmascaran» debido a todo lo comentado, pero nunca será como tener un monitor con altos FPS y disponer de una tecnología VRR y mucho menos si lo comparamos con un módulo G-SYNC en una pantalla.
FPS vs HZ: menor tearing pero también menor stuttering
Es otro de los puntos curiosos de estos settings, pero la realidad es que si tenemos 300 FPS en un monitor de 60 Hz con V-SYNC Off, lo que veremos en pantalla son líneas de tearing muy pequeñas por lo comentado anteriormente, y un stuttering que será ínfimo por no decir nulo.
Y esto es posible porque hay menos efectos de frecuencia armónicos entre la velocidad de los frames y la frecuencia de actualización. Por lo tanto, la diferencia entre ambos implicará una mejora gradual cuanta más distancia se ponga entre ellos, como en el ejemplo anterior de 300 FPS vs 60 Hz o similares.
Evidentemente esto no es lo ideal. Lo idóneo es tener 300 FPS en 300 Hz con VRR en un monitor gaming, pero no es sencillo de alcanzar ni en lo económico ni en cuanto a hardware en muchos casos, por lo tanto, esta técnica de V-SYNC Off sigue siendo usada por los menos pudientes. Y esto seguirá siendo así hasta que el hardware esté muy por encima del software, en este caso de los juegos de PC, donde incluso a 4K se puedan mover con soltura y sin DSC tasas de FPS como 144 Hz.
Conclusiones finales: ¿una cosa u otra?
Estamos lejos, y el problema es que el paradigma seguirá, puesto que después de 4K querremos 8K a esos FPS, y vuelta a empezar. Por lo tanto y siendo lo más aconsejable es escoger un hardware que se adapte a las pretensiones que tenemos de jugabilidad y suavidad frente al monitor del que disponemos.
De poco vale tener que bajar settings y quitar V-SYNC para alcanzar una tasa de FPS que nuestro monitor no soporta, puesto que lo que vamos a conseguir es un efecto muy parecido al que usan los fabricantes y panelistas para quitar el Motion Blur: un efecto estroboscópico mediante una matriz de puntos blancos que parpadea.
El problema sigue estando, no es lo óptimo, pero visualmente desaparece hasta que bajamos tasa de FPS y entonces vuelven los problemas. En nuestra opinión, un monitor con módulo G-SYNC y una GPU NVIDIA es el camino a seguir si el bolsillo lo permite, salvo que sea jugador profesional y tengas que desactivar cualquier tecnología de sincronización para ganar ese milisegundo o milisegundo y medio que tú sí que notas. Por lo tanto, la guerra de FPS vs Hz solo puede solventarse si eres consciente de todo esto y eliges bien tu setup según tu rendimiento y necesidades, pero mientras se escale en resolución muchos no tendrán otra que seguir como siempre.
Supera los disgustos técnicos
Existe una última opción y es que vayas un paso más allá y dejes atrás tu ansia por estar pendiente de los fotogramas por segundo o los hercios. Los videojuegos que más te han gustado a lo largo de tu vida, y a los que más horas les has dedicado, seguramente no hayan sido los más perfectos y con total probabilidad contaban con innumerables errores de rendimiento… pero se los perdonaste. Es ahí donde debemos ir a buscar el placer de jugar, en sus mecánicas, en su historia y dejar pasar (hasta cierto punto, claro) todo lo que quede dentro del apartado técnico.
Una vez que superéis esa fase de terminar desesperados porque faltan dos frames, comprenderéis la cantidad de tiempo que habéis perdido dedicándole a un elemento accesorio de los videojuegos, que tiene su importancia (no lo negaremos) pero que no es esencial. Lo determinante son otras cosas y es ahí donde debes centrar todos tus esfuerzos por mejorar el equipo que tienes.