M.2: ventajas e inconvenientes de esta ranura para SSD y tarjetas Wi-Fi
Las ranuras de tipo M.2 están cobrando últimamente una gran preponderancia en las configuraciones de nuestros equipos, especialmente con el auge en popularidad de los SSD con NVMe. En este artículo haremos un repaso a qué es y para qué sirve esta ranura, así como sus ventajas e inconvenientes frente a los métodos tradicionales de conexionado de componentes.
La M.2 puede que sea una nueva ranura dentro de todas las conexiones que tiene nuestra placa base, pero en realidad es un estándar que está en la informática de consumo desde el año 2013. Lo que ocurre es que, en aquella época se denominaba NGFF (Next Generation Form Factor) y se desarrolló para sustituir a las tarjetas mSATA que usaban la distribución PCIe Mini Card. Este estándar de distribución no era lo suficientemente flexible como para seguir evolucionando con la tecnología, así que se decidió sustituirlo por el M.2 actual.
Cada ranura M.2 puede dar acceso (generalmente) a hasta cuatro vías de datos del bus PCIe, al bus SATA 3 y al bus USB 3.0, siendo el fabricante del conector el que decide a qué tipo de bus quiere tener acceso, en base a la funcionalidad que le quiera dar a aquello que se conecte en la ranura.
Uno de los motivos de desarrollo de este modelo de ranura, al igual que la mSATA, es poder tener los componentes lo más cerca posible dentro del espacio físico que ocupa una placa base, algo fundamental para cierto tipo de configuraciones en cajas especialmente pequeñas y ordenadores portátiles muy finos.
La ranura M.2 aporta más ventajas que inconvenientes
Las ranuras M.2 presentan innegables ventajas a la hora de ser empleadas en las placas base actuales. La primera es que las dimensiones de sus componentes suelen ser bastante más reducidas que los componentes normales. Y quien dice «dimensiones reducidas» dice también peso reducido. Porque si un SSD normal puede pesar fácilmente entre 50 o 70 g, una tarjeta M.2 suele pesar no más de 10 g.
Otra de las ventajas que poseen estas tarjetas es que su tamaño, es variable, tanto en anchura como en longitud, permitiendo acomodar mejor diferentes tamaños de tarjetas. Estas dimensiones se suelen dar como una combinación de dos números, expresados en milímetros, con lo que si una tarjeta tiene unas dimensiones de 2280, significa que tiene 22 mm de anchura y 80 mm de longitud. Las anchuras más habituales en las que podréis encontrar este conector son de 12, 16, 22 y 30 mm, mientras que las longitudes estándar son de 16, 26, 30, 38, 42, 60, 80 y 110 mm.
Precisamente esta variabilidad de dimensiones es uno de sus inconvenientes, ya que, a la hora de comprar una unidad para este tipo de ranura, deberemos asegurarnos de que la anchura de la ranura y la longitud de la unidad sea compatible con el correspondiente conector de la placa base.
Otro aspecto a tener en cuenta a la hora de comprar un componente que emplee esta ranura es el tipo de key que emplee la ranura M.2, dado que en función de que emplee uno u otro, tendrá acceso y dará soporte a ciertos buses.
Quizás el principal problema que presenta esta ranura es que, dado que obliga a los componentes a estar pegados a la placa base, la ventilación de estos no suele ser la más óptima. Aun así, este problema realmente solo es importante cuando se emplean unidades SSD de tipo NVMe, dado que para el resto no suelen calentarse en exceso.