Todos los que tenemos ordenador sabemos, en mayor o menor medida, lo que es un disco duro y para qué sirve. Pero, ¿quién, cuándo y bajo qué circunstancias se crearon? En éste artículo queremos echar un poco la vista atrás en la historia y queremos contaros los orígenes de los discos duros, hablando en éste caso de las unidades mecánicas que todavía utilizamos y mucho a día de hoy a pesar de que los SSDs llevan ya tiempo tratando de arrebatarles la corona.
El primer disco duro del que se tiene documentación en la historia fue el Ramac I, creado en el año 1956 para la computadora (que no PC) IBM 350. Con más de 1.000 Kg de peso y el tamaño de un frigorífico grande, éste disco duro funcionaba con válvulas de vacío y necesitaba una consola individual para su manejo. Su capacidad era tan solo de 5 MB. Arcaico, grande y lento, pero éste Ramac I supuso toda una revolución en el 56.
El disco duro, sustituto de la cinta magnética
Hasta la llegada del Ramac I, los datos se almacenaban en las computadoras en cintas magnéticas. La revolución de la que os hablábamos hace un momento viene porque con el Ramac I, el tiempo de acceso a cualquier parte de los datos almacenados era más o menos el mismo, mientras que en una cinta dependía mucho de la posición física del dato pues se tenía que enrollar y desenrollar los carretes hasta encontrar el dato que se buscaba.
La tecnología que utilizaban los discos duros inicialmente era muy sencilla, pues simplemente recubrían planchas de acero “donuts” con material magnético que se formateaba en pistas concéntricas, a su vez divididas en sectores. Un cabezal magnético codificaba la información empleando un código binario con crestas y valles, ceros y unos.
Éstos bits grabados podían permanecer intactos en la superficie del disco durante muchos años, a diferencia de en las cintas magnéticas. Lo malo de ésta técnica era que cada bit ocupaba mucho espacio físico en la horizontal de cada plato del disco duro, por lo que en los años posteriores, se invirtió mucho en la investigación de lograr lo mismo de una manera más compacta.
De Fert y Grünberg a la revolución de los discos duros
Quienes lo lograron fueron el francés Albert Fert y el alemán Peter Grünberg, ambos premio Nobel de física. Éstos descubrieron un fenómeno llamado magnetorresistencia gigante que permitió fabricar cabezales de lectura y escritura más sensibles, compactos y rápidos, permitiendo a su vez la miniaturización de la información en la superficie física del disco duro. De éstos descubrimientos surgió un crecimiento enorme en la industria del disco duro, elevando en gran medida la capacidad de los discos y reduciendo su coste de fabricación. Concretamente, en la década de los 90 se aumentó la capacidad de los discos en un 60% cada año.
Algunos ejemplos de éste crecimiento: en el año 1992 los discos duros de 3,5 pulgadas tenían hasta 250 MB de capacidad. En 2002 la capacidad máxima superaba los 40 GB, mientras que a día de hoy ya tenemos discos duros de uso cotidiano de 8 TB y incluso más, aunque en éste caso en otros sectores y a precios demasiado elevados.
A día de hoy los discos duros mecánicos luchan por su supervivencia, pues aunque todavía proporcionan una mayor capacidad que los SSDs, poco a poco han ido siendo sustituidos por dispositivos con memoria flash, más barata, que consume menos, más pequeña y sobre todo mucho más rápida hasta quedar ya como dispositivos secundarios.