Puede que no te lo hayas preguntado, pero a la hora de instalar un nuevo HDD o SSD en tu PC hay una serie de pasos a seguir si queremos realizar particiones a los mismos que delimitan el rendimiento o la capacidad de estos componentes. En los SSD esto está mucho más controlado por su naturaleza, pero en los HDD sí es muy importante entender cómo logran los sistemas operativos hacer particiones, ya que podemos perder rendimiento si no lo hacemos bien.
No vamos a explicar como hacer una partición en sí misma ni en Windows ni en Linux puesto que ya tenemos artículos relacionados con ellos directamente, pero en su defecto vamos a tratar otro tema que es igualmente interesante: el «cómo lo hacen».
¿Las particiones en los HDD y SSD influyen en el rendimiento? ¿están unidas físicamente?
Son dos grandes preguntas porque dependiendo de si hablamos de HDD o SSD hay una respuesta u otra. Comenzaremos por este último ya que es mucho más simple de responder y terminaremos con los HDD más en profundidad.
En un SSD una partición no influye en el rendimiento por la naturaleza del propio componente y sus NAND Flash. Al hacer una partición en un SSD lo único que hacemos es decirle al MBR/GPT cómo es la tabla de particiones y en que sectores y bloques comienza y termina cada una de ellas.
Como es lógico, los bloques se asignan para guardar un espacio predefinido según nuestras necesidades y debido a que el controlador tarda el mismo tiempo en acceder a unos bloques u otros no tendremos pérdida alguna de rendimiento.
Sobre la unión, normalmente un SSD reserva bloques enteros cuando se trata de particionar, de manera que se intenta no compartir dichos bloques entre dos particiones, por lo que la unión como tal es física en el peor de los casos, pero no repercute en nada, le es indiferente al controlador que se compartan datos de dos particiones distintas en un mismo bloque.
¿Por qué en un HDD esto no se cumple?
Pues al igual que en el SSD no afecta por su naturaleza y tecnología, en un HDD es todo lo contrario por los mismos motivos. Como todos sabemos, las partes exteriores de los platos giran a mayor velocidad de rotación precisamente por su velocidad angular. Esto influye en un término conocido como latencia rotacional, la cual no es igual en todos los puntos del plato evidentemente.
Conforme más nos acerquemos al borde del mismo y más RPM tenga el motor y su eje, menor latencia tendremos a la hora de leer los datos. Esto influye directamente en el tiempo de búsqueda necesario para situar el cabezal en la pista concreta del plato, algo que ayuda al NCQ a calcular trayectorias más cortas.
Por lo tanto, un sistema operativo debería de estar situado en la periferia de un plato, algo que Windows y Linux consiguen de forma automática siempre que no haya datos en el mismo antes de la instalación. Cuando se produce una partición, el cabezal marca principio y fin en el plato y a partir de ahí sigue escribiendo, por lo que hay una unión física entre particiones debido al magnetismo y material compartido.
La tabla de particiones lo registra y a partir de ahí el HDD sigue escribiendo los nuevos datos. Pero, ¿qué ocurre si nuestro disco duro tiene varios platos? La táctica es algo diferente porque aunque tengamos varios cabezales, la asignación y partición puede variar dependiendo del tamaño o tamaños de las mismas.
Lo ideal según los mecanismos de direccionamiento es que si la partición es factible en un plato, solo haya dos cabezales destinados para ella, dejando al resto sin trabajo, pero si esto no ocurre, la partición se hará en distintos platos de modo simétrico, por lo que la información se leerá y escribirá en todos ellos al mismo tiempo repartiendo la capacidad entre ellos.